Por cuarta vez esta temporada, Fortes hacía este viernes el paseíllo en la plaza de toros de Las Ventas. Tras cortar una oreja el Domingo de Ramos con la de Victorino Martín, deberla haberla conseguido en San Isidro con la de Pedraza de Yeltes y estrellarse en junio con una infumable corrida de Fermín Bohórquez, llegaba a la Feria de Otoño como recompensa a la que ha sido, sin duda, la mejor campaña desde que es matador de toros.

Por primera vez se sorteaban los toreros y las ganaderías para la confección de los carteles, y en este caso se jugaba una doble suerte, porque el sorteo matinal le depararía el lote con el que buscar el triunfo. No le fue benévola en su primero, un astado justo de fuerza y sin transmisión ante el que era silenciado. Él que sabe mejor que nadie la dureza de esta profesión, realizaba un emotivo brindis al compañero caído, no dándose coba tras dos lances por alto para irse a los medios y bajarle la mano para llevárselo atrás en un comienzo esperanzador. Se confirmaron los peores presagios, y no empujó el burel tras la muleta de Saúl, en un conjunto que careció de emoción pese a lograr algún lance de calidad fundamentalmente con la mano derecha.

Quedaba el cartucho del quinto de la tarde, ese que suelen decir que nunca es malo. No pareció ser bueno de salida, y apareció una bala en la recámara cuando era devuelto por su flojera de cuartos traseros por un sobrero con el hierro del Conde de Mayalde. Tampoco éste le permitió estirarse a la verónica. Con el percal, al menos pudo ofrecer un ajustadísimo quite por chicuelinas en el primero de Talavante. El remiendo también estaba cogido con alfileres en cuanto a fuerza, pero en lo que se refiere a la casta era una ruina. Sin clase alguna, pasaba sin emplearse e incluso le echaba la cara arriba golpeándole en el rostro con el pitón. Un chorro de sangre que brotaba de la oreja ponía de manifiesto la violencia del impacto. El drama llegaba al entrar a matar tras dos pinchazos, cuando era cogido angustiosamente. Tras resultar prendido por el glúteo, quedó a la merced del animal entre sus pitones, siendo alzado por el corbatín en unos momentos que parecieron eternos. Fue conducido a la enfermería, donde se descartaba la cornada pero era trasladado a la clínica San Francisco de Asís, donde se le diagnosticaba una fractura de peroné que los médicos valoran si operar o no. Un nuevo milagro a sumar en su vida torera.

Lo más destacado de la tarde de Alehandro Talavante llegaba en el primero de su lote, el toro con más boyantía del encierro al que banderilleaba con lucidez el malagueño Juan José Trujillo y al que el diestro extremeño cuajó con personalidad por el pitón izquierdo. No tuvo opciones con el inválido cuarto. Aguado, por su parte, dejó destellos ante dos toros que se dejaron torear y ante los que se mostró dispuesto. Obtuvo la recompensa de pasear una oreja con la que dar el aldabonazo preciso para relanzar su incipiente carrera.