En septiembre pasado, Fernando Moreno Robledo estuvo unos días de vacaciones en su tierra, en la Málaga que abandonó en los lejanos años 70 para instalarse definitivamente en Francia. Moreno Robledo es escultor, así que visitar esa Aduana reconvertida en el flamante Museo de Málaga era una de las paradas fundamentales de su regreso estival al hogar. Pero el malagueño de La Victoria también llevaba una carpeta bajo el brazo, una idea para la directora de la institución cultural, María Morente: instalar unas hormigas gigantes en una de las palmeras washingtonianas que dan la bienvenida a los visitantes al museo.

«¿Por qué mis hormigas en Málaga?», rezaba la carta que incluía la documentación que el artista malagueño le entregó a Morente durante su visita. Fernando Moreno Robledo tiene en estos insectos a una especie de alter ego y de motivo artístico: «Desde hace algunos años comencé un trabajo alrededor del éxodo, utilizando las hormigas para hablar de los humanos y de nuestro planeta. Mi teoría es que las hormigas, o sea nosotros, queremos irnos de esta Tierra, queremos irnos a otro sitio pero no hay otro sitio. Nuestro sitio está aquí y debemos tomar cuidado de nuestro planeta, que es maravilloso», dice el malagueño, que se define como «un emigrante artístico». En esta Málaga que recibe a cada vez más personas en busca de un futuro mejor a bordo de una patera, las hormigas del escultor adquieren un significado crucial y doloroso.

Tierra natal

Dice el artista que desde hace años piensa en lo que le gustaría que su trabajo fuera visto en su tierra natal. «Estaría muy orgulloso de poder tener una obra en un lugar tan simbólico como son las palmeras de la Aduana, que las conozco como la palma de mi mano», desea el escultor. Algunas de sus hormigas se pueden ver en el Parque Floral de París-Vincennes, por ejemplo. Manuel Valls, durante su etapa como alcalde de Evry, le encargó personalmente una escultura para la localidad (L'Homme Gris). En estos momentos trabaja en el proyecto de instalación de 50 hormigas gigantes (2,30 metros) en la Torre Eiffel.

En la Aduana se trataría de instalar nueve hormigas de 85 centímetros de largo cada una, realizadas en resina, fibra de vidrio y acero inoxidable, pintadas con un dorado especial para el exterior; la fijación en el árbol se ejecuta con alambre sólido, que tiene las patas delanteras y las traseras. La más alta de las hormigas se instalará a 14 ó 15 metros del suelo.

Fernando Moreno Robledo no ha recibido aún respuesta de los responsables del Museo de la Aduana sobre su proyecto. ¿Qué supondría un sí? «Que la gente de Málaga no me ha olvidado», nos responde el artista de La Victoria.