Entre las propuestas de la Sociedad Filarmónica, en este año de gran celebración, no podía faltar la visita de la pianista española Judith Jáuregui, que tiene en Málaga público fiel y atento a la evolución artística y técnica de esta artista donde la madurez de su piano no sólo apetece técnicamente deslumbrante, sino más bien la reflexión compartida, la evocación sin extremos nostálgicos llegando a conformar unas pinceladas sonoras de gran plasticidad. En Jáuregui hasta «...las hojas áureas y las rojas€» de Juan Ramón toman cuerpo al fundirse sobre el teclado o quizás emerger de éste. En la Sala María Cristina, con Debussy en el corazón, la pianista donostiarra desgranó hojas de Liszt, Ravel y Chopin sin olvidar abrir con Manuel de Falla y regalar, fuera de programa, al primer Mompou en el epílogo del concierto. Hojas que advierten, hojas que rezuman y hojas que se alargan en el tiempo. Para entender este programa la idea se acerca más al espacio interior que respira imágenes, sensaciones, capturadas entre las teclas y defendidas en lo musicológico por Jáuregui. Obviamente hay técnica, impulso, dinámica, modulación€ pero al servicio del diálogo entre el piano y la intérprete. Originalmente escrita para guitarra Pour le tombeau de Claude Debussy es el homenaje que Falla al compositor francés. Se trata de una hoja corta construida sobre una pequeña cédula que la atraviesa y que finalmente se impone en la conclusión. La Ballada nº 2 de F Liszt, página de alto nivel técnico que en las manos de Jáuregui aparece bruñida sin ocultar las aristas que luchan frente a las melodías de tono más lírico que intentan emerger del teclado. Jáuregui destacaría esa lucha interior y de contrastes hasta el momento en el que se impone un extenso pasaje lírico antes de desaparecer en la conclusión. Dos obras de Debussy ocuparían el corazón del concierto, Estampes y L'Isle joyeuse. Tres números articulan Estampes, página que contiene altas dosis de impresiones de tono descriptivo algo que la pianista vasca supo extraer de la interpretación pero también la particular forma de escritura en niveles que ofrecen un plano sonoro tridimensional que atrapa al oyente. Finalmente, lectura serena y estática de los Valses nobles de Ravel y equilibrio y convicción en el Andante Spianato y Grand Polonaise Brillante de Chopin, piezas tan extremas en lo técnico como exquisitas en lo artístico.