Educado, pero no domado, así dicen en Azaña, una pasión española que se definió el presidente de la República. O al menos eso oímos de boca de José Luis Gómez intérprete, autor y director de la obra. Y debe ser cierto porque los textos sobre los que se trabaja son recopilados del propio personaje. Un trabajo de hemeroteca que trata de revisar la figura de un político español que durante mucho tiempo fue desdeñado. Lo cierto es que 'Azaña, una pasión española' ya se estrenó hace muchos años por el propio José Luis Gómez en un tiempo donde el personaje era aún más desconocido y hasta vilipendiado. Hoy la figura puede estar más acreditada, pero aún no lo suficiente. Sobre todo, nos encontramos ante una paradoja, parece que muchas de las intervenciones estuvieran situadas en un tiempo presente más que en los años treinta en que el político ejercicio sus cargos de Presidente de la República y durante su exilio. ¿Tan poco han cambiado algunas cosas? Sin duda, en la historia siempre hay periodos que vuelven atrás. Pero aquí en lo que se refiere al espectáculo lo que hay es un extraordinario trabajo actoral. José Luis Gómez, con su personal modo de estar en el escenario, se desprende de su yo y se convierte no en un Azaña, se transforma en muchos Azañas. Impresionante. Toda la madurez y experiencia de uno de los mejores actores de teatro españoles en un escenario y solo. Sólo para degustarlo como espectador. Una puesta en escena muy inteligente con apenas tres butacas y eso sí muchos cigarrillos (que al personaje le daba por fumar). Unos cuantos folios que van eliminándose con el paso de las escenas hasta que se agotan. Y una ambientación que al principio te descoloca por lo oscuro. En su cara casi nunca hay luz suficiente. Vemos el reflejo de las gafas y la figura constantemente, pero esa iluminación logra que el espectador se centre e intente seguir esa voz maravillosa que con toda la sinceridad va poniendo vida a las palabras. Frases dichas con mesura, con espacio, casi como si surgieran en el momento. Parece que los pensamientos del personaje se estuvieran escribiendo en el momento. Y la figura se transforma con apenas pequeños detalles con el paso del tiempo, con la edad, con la agonía desesperada de un pensador que ve cómo se distorsionan sus ideas y cómo es incapaz de superar las estrategias que confabulan contra sus ideales. Lástima que esas ideas y personas del calibre de Manuel Azaña, o el Azaña de José Luis Gómez no tengan sucesores en la actualidad.