La primera esposa de Picasso, Olga Khokhlova, será también la primera protagonista del año en el Museo Picasso de Málaga, que el próximo 25 de febrero inaugurará la muestra titulada Olga Picasso, una exposición que a través de más de 350 piezas, entre cuadros, dibujos, cartas, películas y objetos personales, mostrará la importancia que la bailarina rusa tuvo en la carrera y la producción artística del malagueño en los años veinte del pasado siglo. Sobre la relación que ambos mantuvieron hasta el fallecimiento de Khokhlova en 1955 se han escrito miles de historias, casi ninguna del todo cierta. En unas, Picasso se muestra como un marido tacaño y cruel que no ocultaba a su esposa sus constantes líos de faldas. Otras dibujan a la madre de Paulo, el primer vástago del genio, como una mujer excesivamente controladora que asfixiaba la creatividad del pintor.

Pero más allá del interés de crónica rosa que pueda despertar este episodio, en la obra de Picasso puede constatarse el inspirador papel que Olga Khokhlova jugó en el desarrollo estilístico del malagueño, que tuvo en su esposa a su primera gran musa; una modelo con la que investigó y experimentó en numerosas ocasiones. Puede que el amor entre ambos quedara hecho añicos cuando Picasso se presentó del brazo de Marie-Thérèse Walter a los nueve años de casarse con Olga, pero es el rostro de la ucraniana el que aparece en algunos de los retratos más hermosos jamás firmados por el malagueño, entre ellos Retrato de Olga sentada en un sillón (1918) y Olga pensativa (1923), dos lienzos que forman parte de la nueva muestra de la pinacoteca malagueña.

El primer encuentro entre el pintor y la bailarina se produjo en Roma en 1917. El malagueño, de 36 años, cayó inmediatamente rendido ante la belleza de la artista, de 26, que por entonces pertenecía al cuerpo de baile de la compañía de los Ballets Rusos. Picasso había acordado poco tiempo atrás con Serge Diaghilev realizar los decorados y vestuario para el ballet Parade, una aventura artística que aceptó por invitación de su amigo Jean Cocteau, que firmaba el libreto del montaje. El flechazo inicial entre ambos acabó en boda al siguiente año. Picasso y Khokhlova se casaron en París en verano de1918. Ella provenía de una familia bien posicionada -su padre era coronel de la armada imperial rusa- y con estrechos vínculos con la nobleza de su país. De esta forma, introdujo a Picasso en la alta sociedad parisina, lo que el malagueño aprovechó para ampliar su cartera de clientes entre un círculo más pudiente. En 1921 tuvieron su primer y único hijo, Paulo, otro de los protagonistas de la exposición. En estos años, Picasso se alejó poco a poco del cubismo para abrazar el neorrealismo con el que retrató a Khokhlova como amante, esposa y madre. La felicidad les duró hasta 1935, año en el que decidieron separarse. Picasso abandonó a su esposa y prometió divorciarse al dejar embarazada a Marie-Thérèse, pero nunca lo hizo. Según la ley, el malagueño debía dejarle la mitad de sus bienes a Khokhlova, así que oficialmente continuaron casados hasta la muerte de ella en Cannes, en 1955. Conforme la relación entre ambos se iba deteriorando -Picasso aseguraba que la bailarina le hacía la vida imposible- los retratos del genio iban desfigurando grotescamente a Olga, como refleja Gran desnudo en el sillón rojo (1929).

Además de estas obras, la exposición Olga Picasso también muestra el contenido del baúl de viaje de aquella bailarina rusa -que su hijo recibió al heredar la mansión de Boisgeloup y que actualmente es propiedad de la Fundación Almine y Bernard Ruiz-Picasso- del que surgieron las cartas y fotografías que han permitido recrear una historia personal y artística que transcurre paralela a otra historia política y social.

En su interior, sus cajones custodiaron sobres repletos de fotografías que contaban la historia de sus abuelos, de su vida en común, de sus viajes, de los talleres de Picasso... Otros compartimentos preservaron cientos de cartas en francés y en ruso y sus atuendos de danza: zapatillas, tutús, programas de ballet€ El contenido de aquella valija, el único bien personal que ella conservó tras su separación de Picasso, ha permitido contextualizar algunos aspectos del trabajo de Picasso durante su vida con Olga, permitiendo una nueva lectura acerca del papel que esta mujer jugó en la vida del artista y en la historia del arte.