Temporada de conciertos de la Sociedad Filarmónica

Joaquín Achúcarro: piano.

Programa: Preludios op. 28, de F. Chopin; Vals “La plus que lente” y 3 Preludios del libro 2º, de C. Debussy y Gaspar de la Nuit, de M. Ravel

Lugar: Sala Unicaja María Cristina

El programa de clausura de la temporada de conciertos de la Sociedad Filarmónica de Málaga llegaba este jueves con colas desde bien temprano y una emotiva ovación cerrada para recibir al maestro Joaquín Achúcarro en el escenario de la Sala María Cristina. El músico bilbaíno comenzó muy pronto (años cincuenta) una estrecha relación artística con los aficionados malagueños y cristalizado con la Sociedad Filarmónica de Málaga. Así que nadie mejor que el gran maestro para cerrar la temporada del aniversario.

No es Achúcarro músico de modas o corrientes estéticas tibias y sin embargo antes de caer en la autocomplacencia destaca su piano desde el trabajo personal y estético tan inconfundible en el artista español, parafraseando a Liszt un orden en todo sentido distinto. Acceder al discurso musical del maestro exige un leve esfuerzo de atención para terminar seducido por el refinamiento de cada nota, el especial perlado que ofrece su técnica pianística que aun siendo impecable busca, por encima de afectos, conducir al oyente hacia mundos soñados.

El recital del maestro Achúcarro fue todo menos parco en genialidad, empeño y complicidad. Tras un extenso programa centrado en Chopin, Debussy y Ravel le sucedieron hasta tres propinas fuera de programa. Es frecuente en los recitales de piano apelar de una forma u otra a los 'Preludios' de Chopin. Lejos de la estima individual el op. 28, del compositor polaco, guarda lazos afectuosos con 'El Clave Bien Temperado' de Bach aunque en la concepción chopiniana la fuga desaparece para reelaborar los moldes de la forma al latido y el pulso de Chopin. En los 'Preludios' el pianista español despliega imágenes sonoras tan sólidas como huidizas ofreciendo un sentido de unidad no falto de contraste y equilibrio entre emoción e ideas.

Tras el descanso, el alma romántica de Debussy brotaría en la lectura del vals 'La plus que lente' con pulso ligeramente animado que permitiría destacar no sólo la fina ironía del compositor sino también el hálito de vida que le insufló Achúcarro sobre el teclado. Y sin abandonar Debussy tres 'Preludios' de su Libro Segundo servirían a Achúcarro para mostrar el color y texturas impresionistas con las que el compositor francés dibuja los retratos de la Puerta del vino, el humor del General Lavine o los fuegos artificiales de un catorce de julio.

Aunque el recital de Achúcarro se dilataría con tres propinas, oficialmente Ravel y su 'Gaspard de la Nuit: Trois Poémes pour Piano d’aprés Aloysius Bertrand' pondrían el punto y final al concierto. Tres movimientos articulan la página raveliana que en manos de Achúcarro las dificultades técnicas que ofrecen juegan a favor del pianista bilbaino, sensual y acuático 'Ondine', obsesivo y martilleante 'Le Gibet' para elevar el tono incisivo y la exigencia técnica en 'Scarbo'.

Achúcarro representa la más pura tradición española, sin invenciones ni imposturas, la honestidad entre el marfil y el ébano en el que se diluye la persona y el músico.