Regresamos a las trincheras finitas de los domicilios de los que hacen la cultura en nuestra ciudad, que estos días se refugian en la creatividad, la lectura y el cine para sobrellevar el confinamiento decretado por el coronavirus. Conectamos con los búnkeres personales de varios integrantes de la comunidad cultural malagueña.

La Trinidad. Grupo musical

Sixto Martín: «Me intento levantar a las 10 de la mañana, al principio lo conseguía pero me está costando. Al final no sé cómo me las apaño para acabar acostándome a las 3 de la mañana sin hacer nada. Estoy todo el rato como a la espera de algo. Como bastante menos y siento que cada día me siento de una forma distinta, a veces veo esto con optimismo y otras tengo la sensación de que no voy a salir de mi casa en la vida. Me paso el día bien haciendo mi TFG o haciendo maquetas para el grupo - ahora estoy trabajando en el home studio cutre que me he montado en mi cuarto para estos días, hago versiones de nuestras propias canciones pero al estilo lounge de los 60, muy 007.

Intento llamar a mis abuelos a diario y la convivencia en mi casa con mi familia no está siendo tan catastrófica como esperaba (4 adultos en un piso, imagina). El tiempo pasa rápido y los días se me hacen muy lentos. El otro día vi Historia de un matrimonio y me dejó como a medias, se desinfla, meh; y ayer El amor después del mediodía, que sí me gustó mucho. Estoy bebiendo birra, vermú con mi padre y las primeras noches estuve bebiendo whisky pero me di cuenta que no era buena idea. Echo de menos ver a mis amigos y a mi novia. Leo mucho la prensa y todas las noticias del coronavirus me resultan iguales, así que evito leer esas».

Carlos Salado: «Mi felicidad estos días se sustenta en no poner el despertador y dejar que mi cuerpo se despierte cuando le apetezca. Mi madre está aprovechando para poner música en el salón de casa. Lo que más dolor de cabeza me da es la sobreinformación; al principio estaba 24 horas pegado a Twitter, a la prensa y a la televisión, enfadado por los bulos e intentando convencer a mis padres de que lavarse las manos con lejía es pasarse un poco.

El segundo día salí a la terraza a hacer un montón de ejercicio y me resfrié. Estoy vistiéndome con camisetas que jamás sacaría a la calle (ropa metalera de cuando tenía 15 años). Desde que todo esto empezó apenas bebo alcohol y café, lo cual parece que ayuda a disminuir la ansiedad que me provoca el tener un acúfeno en el oído izquierdo desde hace poco. Abro Ableton todos los días para producir o mezclar, aprovecho para estudiar e hice una sesión de techno en streaming por Twitch por primer vez en mi vida (me vieron tan solo dos amigos).

He retomado el libro Los Hombres Me Explican Cosas (Rebecca Solnit) y estoy viendo Twin Peaks por primera vez. Cuando quiero descansar de tan intensa actividad cultural, abro Steam y juego con mis amigos a lo primero que pille. A veces me gustaría escaparme para abrazar a mi pareja pero no recuerdo dónde dejé el coche aparcado.

Jorge Zúñiga: «Me levanto tarde a no ser que tenga clases virtuales. En caso de que las tenga asisto de forma arbitraria. Intento vestirme para que parezca que voy a hacer vida normal aunque siempre acabo poniéndome la bata por encima y vuelvo a sentirme como un verdadero rockstar en el estudio de Paco Loco durante unos minutos. Luego afronto la realidad y vuelvo a estar encerrado entre 4 paredes. Veo Brooklyn 99. Hablo con mi madre que es enfermera y está preocupada. Además no puedo verla por riesgo de contagio.

Me estoy leyendo un libro sobre Camarón y seguramente después me lea otro sobre Paco de Lucía, toco la guitarra casi todos los días aunque sea un rato, veo pelis y me pongo discos enteros. Apenas asisto a conciertos en streaming y juego al Counter Strike hasta que me matan unas cuantas veces y me canso. Lo más cerca que he estado de ir a un concierto es escuchar a una vecina cantar la de pintarse la cara, color esperanza a todo trapo».

Carlos Guerrero: Yo he vuelto a un ritmo de vida sano y decente. Como ya no tengo que trabajar por la noche, estoy durmiendo como una persona normal. He dejado de beber, aunque no de fumar (ni pienso hacerlo), y me estoy petando con el ejercicio diario aunque sé que nunca llegaré a ser Jorge de Camellos. Si es que hasta como bien, joder, es como volver a casa de mis padres. No estoy aprovechando demasiado el retiro espiritual forzoso, pero puedo admitir orgullosamente que he dosificado de forma responsable la tercera temporada de Élite. El libro de Simon Reynolds sobre postpunk sigue en la misma página que lo dejé hace semana y media. Eso sí, estoy escuchando todos los discos infumables del mundo ahora que he alcanzado el estado zen. Einsturzende Neubaten son mis mejores amigos. Paso del móvil, cada vez que miro el grupo de whatsapp de los amigos alguien está mendigando echarse una partida del Age of Empires».

Jorge Rivera. Director de cine y teatro

«La explosión de esta crisis me pilló en Madrid, preparando mi viaje a Málaga para visitar a la familia y celebrar el 96 cumpleaños de mi abuela. Lo responsable por mi parte fue cancelar el viaje y encerrarme en mi casa en Madrid, aunque esté lejos de ellos.

Me considero un optimista informado: por supuesto que veo las noticias y leo periódicos, y me duele las cosas terribles que están ocurriendo y las que están por venir. Pero quiero pensar que todo pasa y que personas, sociedad y colectivos saldremos de ésta. Los creadores van a sufrir mucho, y se quedarán demasiados en el camino del virus, directa e indirectamente. A mí me ha golpeado, claro: lo más inmediato, el estreno en Madrid de la obra que dirijo, La Musa y el Lobo, se pospone (aunque seguimos teleensayando). Además, la grabación del documental The Longest War se detiene hasta nuevo aviso, y el libro que estaba escribiendo, igual... Pero he descubierto que ahora tengo tiempo para arreglar cosas y papeles que llevaban meses esperándome en una caja, y musicalmente estoy más creativo que nunca. Tener el miniestudio en casa me está salvando.

En casi dos semanas de encierro he aprendido que no tengo que tomar esta cuarentena como vacaciones o un paréntesis: mantengo horarios y plazos, aunque relajados, teletrabajo a tope, y voy amoldando mis planes a la cambiante realidad. No veo las noticias, ni pelis y series en plan compulsivo. Uso el tiempo extra en reordenar la cabeza y los proyectos, en hacer comidas caseras y en intentar ayudar a otros que no llevan el confinamiento tan bien. Eso sí, los fines de semana los dedico a descansar, malgastar mi tiempo, cervecitas, caprichos y demás. Como en la vida real (pre-encierro).

Decía el visionario loco de Artaud que la peste es una crisis que solo termina con la muerte o con la purificación extrema. Yo quiero pensar que esta peste, con todo lo malo que ha traído y nos traerá, hará que la gente quiera estar con gente y que nuestra sociedad saldrá más fuerte y más empática de todo esto. Y quiero pensar que aquí el arte, y sobre todo el teatro, harán falta y bien. Y sobre todo no quiero olvidar que corremos el riesgo de lo contrario: siempre hay gente que odia a los que crean y piensan, porque somos peligrosos (y sobre todo peligrosas) para ellos».

Diana Navarro. Cantante

«Más que confinada estoy cocinada... Tengo un extraño sentimiento de culpabilidad. Si no pienso en las consecuencias económicas que esta crisis nos va a traer, porque gracias a Dios, todos en mi entorno estamos bien de salud y sin virus, estoy francamente bien.

Más que confinada estoy cocinada, y no sólo de alimento para el cuerpo, sino de aprendizaje vital conmigo misma y con las tantísimas tareas pendientes que tenía y que voy tachando de esa lista interminable que parece que en la cuarentena llegará a su fin...

Sigo siendo un tobogán de emociones encontradas pero con un nexo común indudable: ESPERANZA. No la pierdo y la fomento en los directos que hago todos los días, a modo de promesa, en la Plaza de Instagram. Gracias a la tecnología, la distancia se hace soportable y con las videoconferencias todo es más amable. Me lleno de esa ESPERANZA para escribir y no olvidar nunca más, que la vida es aquí y ahora, y que los abrazos y los besos hay que darlos al instante porque nunca sabes cuando puede venir una pandemia mundial que te impida darlos... Ni a Black Mirror se le habría ocurrido algo mejor...

Muero por abrazar a mis padres y también a mis hermanos, sobrinos y amigos...

Aunque este virus nos haya puesto a prueba yo seguiré abriendo mi corazón para quién lo necesite. Resiliencia para todos. Ánimo».»

Eddie Mizake. Gestor cultural

«Soy un devorador de cine. Siempre lo he sido. Por lo que estos días me siento a la vez que extraño e incrédulo, el protagonista de una de esas películas que tantas veces he visto. Mi trabajo como gestor cultural, no es precisamente el mejor para que te pille en un apocalipsis. Si la cultura suele ser habitualmente el menor de los intereses para políticos o incluso la mayoría de la ciudadanía, en días como hoy la mayoría de mi trabajo se ha detenido de manera abrupta temporalmente y la incertidumbre de no saber hasta cuando se mantendrá esta situación, no ayuda en nada.

A pesar de todos los aspectos negativos que este parón va a tener en casi todo el mundo, intento tener una actitud positiva. Yo personalmente vivía en una espiral de consumo inmediato, de agendas ocupadas, sin tiempo para disfrutar de cosas sencillas y de las que verdaderamente importan. Estos días en casa, aunque continúo trabajando en la reubicación de eventos, comunicados y demás, estoy aprovechando mi confinamiento para devorar más pelis o series que no tenía tiempo de ver, volver a sacar vinilos de sus fundas y escucharlos con calma, desempolvar libros que había olvidado que tenía o hablar con mi madre (con la que estoy desde el día 0) para intentar que lleve esto lo mejor posible. Dejar el dichoso streaming, descansar de redes sociales, mirar menos a través de una pantalla la vida y volver a las cosas tangibles y retomar de nuevo el contacto de amigos y familia que por falta de tiempo antes tenía relegados a un segundo plano».