Hace diez años que la Unesco declaró el flamenco Patrimonio Cultural de la Humanidad, «un arte que da identidad a comunidades, grupos y personas; aporta ritos y ceremonias de la vida social y privada, y crea un vocabulario y corpus de expresiones». Una década de reconocimiento, aunque este arte lleva desde el siglo XIX conquistando el mundo entero y siendo un tesoro inmaterial, independientemente de consideraciones institucionales. Pero, ¿qué ha supuesto la distinción de la Unesco para el arte más nuestro, una década después? Según quienes viven y respiran jondo, nada, prácticamente nada.

Este décimo aniversario de la declaración se celebra en un ambiente insólito, donde la cultura agoniza y donde el flamenco es uno, de los muchos gremios, que suplica auxilio. Tras diez años de aquella consecución, poco o nada ha cambiado. O incluso podríamos decir que todo ha ido un poco peor para los flamencos: «No ha habido ninguna mejora en su estatus», asegura José Antonio Valencia Vargas, cantaor.

Y no es el único que piensa así, el flamencólogo malagueño Ramón Soler opina: «Esto simplemente es un reconocimiento, no abre ninguna puerta porque ya las tenía abiertas. El flamenco es y ha sido mucho, es universal», afirma categóricamente.

Para ellos, aún hay carencias institucionales que tienen a la comunidad flamenca «abandonada». Hace un par de meses se presentó un Plan de Impacto para la Cultura del Ejecutivo andaluz, pero muchos creen que es insuficiente: en esta iniciativa se dedicaba al flamenco 455.000 de los casi 23 millones de euros previstos, apenas un 2% del presupuesto para rescatar a la cultura como «bien esencial» en Andalucía.

«Se necesitan ayudas económicas y morales», denuncia el guitarrista Daniel Casares. Para este malagueño, el mundo de la guitarra es el gran «maltratado por los festivales y en las programaciones». Pero la cosa va más allá, sostiene: «Lo que se necesita es interés por la cultura».

Pero entre tantas críticas, hay quien sí cree que alguna de las instituciones luchan por el flamenco: «Si hay que agradecer algo sería a la Agencia Andaluza, aunque no se ha hecho nada. El flamenco es una referencia española, que nunca ha estado a la altura que se merece», afirma el cantaor gaditano Vicente Soto.

Son muchos los artistas que coinciden en que este arte está mejor valorado fuera de nuestro país: «Nuestro trabajo sigue siendo igual de arduo. El 80 por ciento del trabajo está fuera; desde siempre el flamenco ha sido mejor valorado en otros países», afirma Casares.

Una situación que los artistas aceptan pero con resignación. Soto coincide con Casares, ya que él ha vivido ese auge que tuvo el flamenco en los años 70. « La gente de fuera lo veneraba más, en España nunca tuvo esa relevancia», asevera.

La crisis sanitaria ha sido la puntilla: se han cancelado giras, cerrado tablaos, etc, dejando a este patrimonio inmaterial en una delicada situación y augurando un futuro aún más negro.

«La cultura está siendo duramente azotada, nos están dejando morir poco a poco, agonizando», asegura Daniel Casares.

La pandemia está dejando en la cuneta a muchos, ya que la mayoría son artistas humildes: «No todos somos Miguel Poveda o José Mercé», afirma Ramón Soler. «Con la pandemia, el flamenco se ha convertido en la Cenicienta de las otras músicas», remata Valencia Vargas.

Soluciones

Para el gremio, esta situación se solventaría con una regulación en el sector: «Sindicalmente no somos nada. El flamenco debería institucionalizarse, somos música esencial, que mueve mucho dinero, tanto nacional como internacional. También se debería invertir más en él, no hablo de subvenciones sino que esté presente en la educación: en universidades, institutos», apunta Valencia Vargas.

Para otros, como Ramón Soler, la solución pasaría por abrir de nuevo las salas, con todas las medidas de seguridad necesarias: «Igual que vamos 70 en un bus, podemos ir a un teatro con un aforo reducido del 50 ó 60 por ciento», sugiere.

Así que parece que la declaración de la Unesco sólo fue júbilo y festejo. El sector sigue sin los recursos, que la propia Unesco exigía cuando se hizo el reconocimiento.La institución advirtió en 2011 que la declaración se perdería si la Junta de Andalucía no cumplía con su parte del trato: impulsar e invertir en flamenco.