Entrevista | Isabel Bono Escritora

«Yo la verdad es que me llevo muy bien con la muerte»

La autora malagueña presentó ayer en la Feria del Libro su regreso a la poesía, 'Me muero', un libro que, a pesar de su título, habla sobre la vida. «La vida se va cada día, nos morimos poco a poco, y debemos celebrarla», asegura la autora, que también lanza su colección de aforismos 'Caballos que cantan'

Isabel Bono.

Isabel Bono. / L.O.

Arancha Tejero

Se define como la persona más normal que conoce, pero se podría decir que Isabel Bono (Málaga, 1964) es una especie única dentro del mundo literario malagueño. Una creadora imprevisible y sin retoques que escribe lo que quiere, mejor dicho, lo que siente, como quiere y cuando quiere. Se declara enemiga de las mayúsculas y de la puntuación, y no le da miedo decir que no le gustaba la rima. Con una larga trayectoria poética a sus espaldas, y dos novelas Una casa en Bleturge, Premio Novela Café Gijón (Siruela, 2017) y Diario del asco (Tusquets, 2020), la malagueña regresa a la poesía con Me muero (Bartleby, 2021), una obra que, a pesar de su título, habla de la vida. La autora la presentó ayer en la Feria del Libro de Málaga junto a su otro nuevo libro, la colección de aforismos Caballos que cantan (Isla de Silotá, 2021).

Juan Marqués, en el prólogo de su nueva novela, refiriéndose al proceso de convertirse en poeta, dice: «Se puede experimentar con técnicas y con estrofas, se puede ejercitar la métrica o por lo menos el ritmo, se puede mejorar notablemente… pero si no se tiene algo de talento no hay nada que hacer». ¿Usted cree que el poeta nace o se hace?

Puede que haya de las dos clases. Hay quien nazca con vocación de poeta y quien nazca con cierta sensibilidad y, gracias a lo que lo rodee, se vaya convirtiendo en poeta. De niña nunca pensé que fuese a convertirme en poeta. Lo que aprendía en el colegio era todo rimado, y no me gustaba nada, hasta que descubrí que se podía escribir poemas sin rimar y que no tenían que tratar todos de amor. Yo siempre digo que no soy poeta, pero sí es verdad que me he dado cuenta de que, cuando escribo, mi cabeza tiende a una visión poética de las cosas. Puede ser que ya trajese un gen que me tirase, pero creo que era que yo tenía mas sensibilidad para mirar alrededor a las cosas pequeñas, y gracias a descubrir que la poesía está en todas partes, me salió esa vena poética. De manera que creo que hay dos tipos de poetas: el que nace o el que se hace, y yo soy la mezcla.

¿Qué se va a encontrar el lector en Me muero, su regreso a la poesía?

El libro de hecho lo escribí antes que las dos novelas en 2011. Lo que pasa es que yo ya no escribo poemas desde 2014. Por lo que vuelven los poemas, pero los poemas ya estaban escritos. Y en Me muero se van a encontrar un libro que, a pesar del título, creo que es un libro que habla de la vida. De que la vida se va cada día, porque nos estamos muriendo cada día un poquito y hay que aprovecharla.

Ha dicho que no escribe poesía desde 2014. ¿Por qué?

A mí me daba mucha vergüenza, no sé porqué, pensar en una mujer de 40 años escribiendo poemas de amor, me parecía muy ridículo. De manera que siempre decía que iba a dejar de escribir poemas, pero seguían llegando los poemas. Hasta que en 2014 murió mi amigo Antonio Muñoz Quintana, que siempre me decía «Bono, escribe novela», y, desde entonces, escucho su voz como la de un cura y me cuesta mucho escribir poemas. Pero me gustaría volver a la poesía, porque cuando escribo poesía voy por la calle como más ligera. Así que espero que los poemas vuelvan, aunque no sean de amor, para recuperar esa ligereza.

¿Usted tiene miedo a morir?

Ninguno. Me da pena. Yo con la muerte me llevo muy bien, la tengo muy asumida. La muerte de los demás y la mía. Hay que morirse porque es lo más normal del mundo, es ley de vida. Y es verdad que el dolor se va acumulando, pero es dolor y no es miedo. Aunque el dolor tampoco me da miedo, pero sí cierta tristeza, porque a mí me da mucha pena perderme el futuro. Yo tengo nostalgia del futuro. Cuando ahora están hablando de que se van a habitar otros planetas o que va a haber drones que sean como coches individuales, se me ponen los pelos de punta de pensarlo porque me da mucha pena saber que me lo voy a perder.

En su poema Los peces no son pájaros escribe: «Querríamos conocer el futuro/ Y reconocer la verdad /Para no volver a preocuparnos por reconocer la verdad».  Si le diesen la opción de ver su futuro, ¿lo vería?

Sí, soy muy curiosa. A mí me gustaría que me dijesen que día voy a morir, porque así me sentaría muy tranquila en mi mesa, ordenaría mis papeles y me organizaría estupendamente. Viviría con mucha tranquilidad. Mientras que ahora, cada vez que cojo un avión me pregunto: ¿y si se estrella? ¿y si mis sobrinos no van a saber qué hacer con lo que hay en cada sitio? Esas cosas me gustaría tenerlas previstas, y eso solo se puede prever si sabes cuando te puedes morir. Así que me encantaría saberlo, porque no me gustan las sorpresas. 

En varios de los poemas de este libro, como en Sísifo domando al animal que duerme en la tinta, deja ver la tristeza de las despedidas y de ciertas derrotas. ¿Cuánto de Isabel y de sus propias experiencias hay en esos poemas?

Todo. El cien por ciento. Los poemas para mí son la esencia, mi esencia y creo que debería ser siempre así. Cuando un poeta escribe poesía debería estar contando la verdad, para inventar está la prosa. Todo lo que siento es lo que cuento, estoy yo entera. Es lo que destila la vida tal cual. Un zumo de Isabel Bono.

¿Y cómo definiría a Isabel Bono?

Como me estás viendo [responde riéndose] un poco en su mundo. Yo estoy siempre con la cabeza llena de minúsculas bolitas de colores dando botes, y escribo para ordenar esas bolitas y que la cabeza esté un poco en paz. Hay quien usa drogas, pero a mí me ha dado por escribir, es mi manera de drogarme. Soy tranquila pero la cabeza me va muy rápido y tengo que ordenarla, pero más allá de eso soy una persona muy normal. Siempre digo que soy la persona más normal que conozco.

En su novela, Diario del asco, aborda un gran tabú social, el suicidio. ¿Por qué cree que la sociedad rechaza hablar de este tema?

Supongo que por miedo; más un miedo cultural que otro tipo de miedo, es un estigma. Tener a un suicida en la familia es un estigma, porque eres la hija del suicida, la tía, la prima, la hermana… Es un tema incómodo, y también hay ahí un tema de culpa. Si yo te digo que mi padre se ha muerto, lo primero que me dices es «Ay. pobrecita». En cambio, si yo te digo que mi padre se ha suicidado, me preguntas «¿Y no te diste cuenta de que estaba mal?». Lo primero que se hace es culpar al que se queda. Es un tema muy complicado y yo creo la gente los temas complicados los rechaza por miedo. Pero habría que hacer algo de manera global para evitar los problemas que llevan al suicidio, pues el 90% son por temas mentales. Cada vez hay más gente joven suicidándose y eso es evitable.

El último poema de su libro concluye diciendo «cierra los ojos dime qué ves»- ¿Qué ve usted si cierra los ojos?

[Cierra los ojos] Veo esas bolitas saltando y veo todo mi mundo. Cierro los ojos y ahora mismo estoy en casa de mi abuela, viendo la fachada y que vienen mis amigas corriendo para bajar a jugar conmigo. Si cierro los ojos suelo verme de niña, la casa en la que vivía al principio sentada en el escalón dibujando.