Sandro muestra el camino hacia la Primera División
De pequeño, siempre tuve la sensación de que dormir era perder el tiempo. ¿Han imaginado alguna vez la cantidad de horas que nos perdemos cuando estamos en la cama sin ser conscientes de nada? Algo así es lo que le ocurre al Málaga, fuera de casa, durante los primeros tiempos. Los jugadores blanquiazules, además de empezar ´dormidos´, regalan los primeros 45 minutos al contrario, como si estuviera la situación para dádivas.
Si ayer el Celta tenía apalabrado algún regalo -en forma de prima- sólo lo pareció al final, mientras que el conjunto malaguista, sin Hidalgo ni Apoño -y con Sandro en el banquillo-, carecía de claridad mental en la medular, jugaba más bien al frontón, a buscar la velocidad de Eliseu por la banda izquierda o algún balón suelto que cazara Baha. Para de contar.
A falta de un conductor del juego, los balones en profundidad desde la línea defensiva -de los centrales, laterales o mediocentros- eran una constante. Pobre recurso. La excepción, a la hora de buscar huecos, venía de la mano de Baha, cuando el franco-marroquí abandonaba su hábitat natural y triangulaba bien con Peragón o bien con Eliseu. O en libres directos o indirectos, con Paulo Jorge como protagonista.
Pese a la inoperancia de unos y otros, la única diferencia en el marcador durante la primera parte vino reflejada por la falta de criterio del árbitro, Del Cerro Grande, que no vio un penalti de Rubén a Eliseu en el 25´ y un minuto después sí lo apreció en una acción de Carpintero sobre el chipriota Okkas. Canobbio, otrora ´verdugo´ blanquiazul, no perdonó desde los once metros.
Muñiz y su segundo, Ricardo Rodríguez, lamentaban ese minuto fatídico mientras se dirigían hacia el banquillo poco antes de iniciarse el segundo periodo.
"Con poco que hagáis os lleváis los tres puntos", decían los representantes de los medios de comunicación vigueses. Pero una cosa es poco y otra es nada, nula capacidad de reacción, sensación de escasa confianza en sí mismos, una imagen de lo más patética.
En el descanso, tocaba mirar hacia el ´banco´: Sandro e Iván Rosados. El ´Monstruo´ de Las Galletas, que había estado calentando durante el último cuarto de hora del primer tiempo, entró por Erice. Cambio lógico. Poco después lo hizo el onubense.
El Celta, con el Málaga aletargado, desaprovechó hasta cuatro ocasiones de gol, tres de ellas de Perera, recién entrado -una de ellas, con un compañero suyo en el suelo-, y la cuarta de Okkas.
Al fin sangre en las venas. Veinte minutos necesitó el Málaga para la reacción, gracias a un brillante robo de balón del lepero Cheli, que pasó sobre Baha y éste, sin especular con el balón, le dio una excelente asistencia a Eliseu, que éste transformó en gol.
Cinco minutos más tarde, un envío del jugador con más criterio en sus botas en ataque, Sandro, fue convertida en gol por Iván Rosado, que suma dos goles en un par de ratos esta temporada.
Llevaban razón los colegas de Vigo. No tuvo que apretar mucho el Málaga para lograr la remontada. Lo más difícil ya estaba hecho.
A partir de entonces, tocaba defender la corta renta. Al menos, así lo entendió Juan Ramón Muñiz. Cheli se multiplicó para robar balones en la parcela ancha y emprender contragolpes, aunque ya sin demasiada convicción.
Entró Silva, un integrante más a la hora de defender. Iván Rosado se volcó a la banda derecha como ´falso´ extremo, mientras que Silva, Carpintero y Sandro formaron un trivote.
En el 87´, el corazón dio un vuelco. Goitia despejó mal un balón que llegó a cabeza de Núñez y el ex del Liverpool envió la pelota al palo. El rechace lo cogió Okkas, en fuera de juego.
Tres puntos de oro, vitales para el ascenso a Primera División. Petróleo en la ría de Vigo. Quedan dos victorias más para alcanzar el éxtasis. El objetivo ansiado.