Lunes por la mañana. Resaca de victoria en Maranello. Sonrisas a las 8 en punto, hora de entrar a la fábrica. Las semanas arrancan mejor después de las victorias, qué decir si ha sido en Italia y todo un país ha entrado en éxtasis.

Fernando Alonso ficha de los primeros. Allí está. Nada de ocio, cero relajación, ni rastro del descanso del guerrero. Le quedan un par de jornadas de análisis de datos, y pruebas en el simulador, antes de pensar ya en Singapur.

Otra prueba para los nervios de acero del asturiano, sin margen de error hasta noviembre. En realidad, ya nadie lo tiene, quizá al líder Webber le quede un comodín pero a partir de ahora, un abandono supondrá la eliminación.

Ya decía Flavio Briatore que la mayor virtud de Alonso era sacar lo mejor de sí mismo bajo la máxima presión. Es curioso que dos de sus errores más sonados del año –Mónaco y Spa- llegaron cuando se vio más desahogado en la clasificación y con un coche que prometía–.

Apareció por Monza con la soga al cuello y fue una calculadora humana sobre un coche de carreras. También el equipo, que se lució con la estrategia y obró un cambio de neumáticos con precisión quirúrgica.

Ya le toca a Domenicali lucirse en el banquillo. «Habríamos ganados con cualquier estrategia porque teníamos el mejor coche», manifiesta el jefe de Alonso. Pide regularidad para lo poco que falta. «Es importante ser consistentes y estables hasta el final. Si es así, veremos qué ocurrirá en Abu Dabi».

Empieza la guerra psicológica, la que hace todavía más pequeñas las escasas diferencias en la clasificación. Entre el primero (Webber) y el quinto (Vettel), solo 24 puntos. Nada más que 21 desde el australiano hasta Fernando Alonso, tercero.

«La presión es para los demás, no para mí», dice el último de la fila de aspirantes.

Vettel asume la superioridad de su coche y señala la receta. «Son ellos los que tienen que defenderse. En Italia sacamos el máximo del coche y si lo hacemos el resto del Mundial, podremos estar orgullosos».

A McLaren le toca rearmarse tras perder el mando del Mundial. Hamilton pasó un mal domingo. Duró unos segundos en la pista, después de golpearse con el brasileño Felipe Massa y puso un cero que ya no se podrá permitir más.

«Estuvo demasiado tiempo en el motorhome, sin salir de su habitación, así que decidí que debíamos tener una conversación», dijo su jefe, Martin Whitmarsh.

«Seguro que se vio por televisión y supo que debía haber hecho otra cosa", añadió Whitmarsh.

El inglés había logrado progresar en los primeros metros y se codeaba ya con Massa. Habría sido una buena posición para conservar, a la espera de los vaivenes de la carrera.

«No quiero que cambie. Él es así, toma riesgos y juega al límite por eso es tan bueno. Lewis es un gran producto, un gran piloto y un chaval excepcional», mimó Whitmarsh a su abatido piloto.

Así que Lewis Hamilton será otro de los que empiece a sentir la presión. Faltan cinco carreras y son cinco los aspirantes. Según vayan fallando, irán cayendo de la lista de aspirantes.