Ha creado escuela. Tiene un club de fans. Es el jugador más imitado –quizá por ser el más terrenal–. Es cercano, comprometido y un gigante en el campo de golf. Es muy querido –de los más queridos por el público–. Y fue decisivo en la última jornada de la Ryder Cup 2010. Miguel Ángel Jiménez dio en el el Celtic Manor de Gales una nueva lección de golf.

El malagueño, que ha hecho historia al convertirse en el jugador de mayor edad que participa en una Ryder –46 años–, ganó dos puntos de los tres que jugó. Jiménez perdió sólo ante Steve Stricker y Tiger Woods en los foursomes, formando pareja con Peter Hanson, gracias a una demostración prodigiosa del primero de los americanos en los greenes.

Jiménez, sereno, ilusionado y concentradísimo toda la semana disfrutó como sólo él sabe hacerlo de la Ryder y del golf. Además, se quitó una espina al sentir el peso de la responsabilidad sobre sus hombros. Porque El Pisha cargó con él con soltura y fuerza en un campo que no le favorecía.

Pero ya no es sólo un jugador. Jiménez –y los españoles– son ya mucho más en una Ryder. Y se ve en el torneo. Son los británicos quienes reconocen de un modo abierto y franco que la Ryder es hoy lo que es gracias en su mayor parte a la pasión de los españoles y, sobre todo, a lo que ellos contagian a sus compañeros y a la entendida afición británica.

Es impresionante ir por el Celtic Manor Club –a miles de kilómetros de casa– y cruzarse con un grupo de norirlandeses disfrazados de Miguel Ángel Jiménez. Coletas postizas, gorras Ping, jerseys amarillos –el favorito del malagueño– y puros. O sentir el respeto y la devoción que le muestran. Cuando llega la Ryder, es su Miguel. Y él, Jiménez, habla para este periódico y no se guarda nada de su gran experiencia.

Europa ha reconquistado la Ryder. ¿Qué se siente al formar parte de ese grupo de héroes?

La Ryder Cup es impresionante. Es el mejor torneo del mundo y se puede decir que es el torneo más apasionante que se puede jugar. Es indescriptible lo que se siente. El equipo europeo es pura pasión. Soy feliz.

Ha sido el veterano del equipo, el espejo en el que se miraban todos los rookies ¿Se ve en otra Ryder como jugador?

Tengo 46 años y creo que, probablemente, ésta habrá sido mi última Ryder Cup. Pero si puedo jugar dentro de dos años, estaré en el equipo, por supuesto. Pero también confío en esta nueva gente que llega, que van a defender la copa. Hay que dejarles pasar. La vida es así. Eso no quiere decir que no lo vaya a intentar, todavía me faltan cuatro años para jugar con los seniors.

Una Ryder es mucho más que jugar al golf. ¿Cómo se vive?

Lo primero es que todos somos de carne y hueso, con lo cual disfrutamos con todo lo que hay alrededor. El montaje es espectacular. A los jugadores y a nuestras familias nos tratan de la mejor forma. No nos falta de nada. Y algo muy especial de la Ryder es que nuestras familias la disfrutan con nosotros. Nos siguen muy cerca en el campo cuando en este deporte estamos acostumbrados a ir solos de un lado para otro. Además, el equipo nos reunimos para cenar todos juntos y pasamos horas y horas juntos fuera del campo. Somos una piña.

¿Cómo son las reuniones con el capitán y las estrategias?

Hacíamos reuniones para que Montgomerie y los vicecapitanes nos dieran la estrategia y la hablábamos y dábamos ideas. Yo por ejemplo, para jugar ante Bubba Watson en los individuales me puse como estrategia hacer pares, ya que es un jugador muy peligroso, que hace muchos birdies, pero sabía que fallaría y eso es lo que yo tenía que aprovechar.

La pregunta obligada es si quiere ser capitán de una Ryder.

Por supuesto que me encantaría en el futuro, pero ahora le toca a Chema Olazábal. Creo que todos pensamos en él como el próximo capitán del equipo europeo.

¿Qué es lo mejor que se lleva?

Para mí ha sido un privilegio formar parte de este equipo europeo. Esta Ryder no la olvidaré jamás. Pero voy más allá. Ha sido un honor haber jugado 22 años en el circuito. Soy muy afortunado. Llegué en la era de Ian Woosnam, Nick Faldo, Seve Ballesteros, todos estos jugadores de primera línea del mundo del golf. Les he visto pasar. Ellos pasaron y otros vienen. Y veo a Darren Clarke, Lee Westwood, todos estos jugadores de edad media. Y también ves llegar a gente como Ross Fisher, como Rory McIlroy. Para mí es un privilegio estar aquí, en forma, compitiendo con ellos y disfrutando del golf con ellos. Creo que es estupendo.