El puente sobre la pista simula la construcción típica coreana. Como casi todo allí, lo acabaron a última hora. Todavía el jueves remataban el tejado. Da bien en televisión, de madera, muy coqueto. Por dentro mete miedo. La escalera de obra y la ausencia de luz lo convierten en una trampa por la noche. En pantalla, retransmitido en directo a todo el mundo, el circuito da el pego. Los coches tienen por dónde correr, la tribuna principal es imponente y el edificio para los medios de comunicación está terminado. El resto se hizo atropelladamente, con el ejército trabajando sin descanso.

Habrá carrera, por mucho que las grúas aún trabajasen el viernes por la noche. Da igual que los aparcamientos hayan cambiado de ubicación un par de veces, que la tierra de las escapatorias esté pintada de verde donde no ha crecido la hierba y que los encargados de organizar el tráfico no tengan ni idea de quién puede pasar y quién no. Luego llegan las medias vueltas y con ellas, los atascos, prolongados ayer hasta las 21.00 camino de Mokpo, el centro urbano más cercano.

Del circuito llama la atención la larguísima recta que sigue a la segunda curva. 1,2 kilómetros entre muros que la convierten en un tubo sin fin. «No la hice con ninguna intención, me venía dada en el proyecto, porque esto es un circuito urbano», explica Hermann Tilke. El problema es que la ciudad, simplemente, no existe. Ni siquiera han empezado a construirla, pero dice el arquitecto jefe de la Fórmula 1 que esa recta es en realidad una pequeña avenida de Jeollanam-do.

Así se va a llamar la inexistente ciudad, la que enseñaban en una recreación virtual y que se ve en todas las imágenes oficiales del circuito. «Queremos conseguir un foco turístico como Mónaco o Valencia», dice el catálogo oficial. De ahí los rascacielos, los barcos en el mar Amarillo, a la orilla de la pista y las inmensas zonas verdes. Queda claro cuál es el modelo de negocio.

A Ecclestone le gusta Corea para la Fórmula 1, plaza fuerte de la industria del motor en Asia y con un consorcio que ha reunido cerca de 200 millones de euros que irá soltando durante los próximos siete años a cambio de la carrera.

El Gran Premio ha estado en el alero hasta el último momento. Desde la organización reconocen que habrían preferido perder dinero y retrasar un año el estreno. La época de lluvias arruinó los plazos y llegaron a tiempo por los pelos. En realidad, que se celebre la carrera es un empeño personal de Ecclestone. Jamás permitiría un daño de imagen de tal calibre en su negocio. Los responsables incluso han pedido disculpas. «Sabemos que el entorno debería ser otro. No está demasiado presentable, pero prometo que el año que distinto», dijo Yung Cho Chung, presidente de Kavo (Korea Auto Valley Operation), la empresa que lleva la organización.

El otro error de bulto viene con la elección de los hoteles. Entregar a la prensa moteles de los que se alquilan por horas para el desahogo más terrenal es un suicidio. Por ahí empezaron a arreciar las críticas. Se ofrecían unos 20 alojamientos en las proximidades de Mokpo. Hoteles de verdad, solamente dos, ocupados por pilotos, jefes de equipo y personal de la FIA. A cada esquina brota una de estas posadas del amor. ¿Por qué? La ciudad es un puerto de paso frecuente en las rutas asiáticas y también aliviadero de los muchachos de la marina coreana.

Explican los locales que con la Fórmula 1 han desaparecido las trabajadoras del amor. Que la gente de Ecclestone habría sugerido a los dueños de los clubs de alterne vacaciones de una semana para las chicas.

Con siete años por delante, Corea del Sur tiene tiempo suficiente para ponerse al día. Es un paso más en la colonización mundial de la Fórmula 1, que no tiene ninguna pinta de parar.

Aprobadas ya están, de las exóticas, las carreras de India (2011) y Rusia (2014). El Mundial volverá a Estados Unidos en 2012, al circuito de Austin (Texas). Y en el despacho de Ecclestone siempre hay cola. Con el viejo sueño de África ­–abandonaron Sudáfrica en 1993– en la recámara, han sonado propuestas en Mallorca, Nueva York, Portimao, Aragón… Bendito negocio.