Hay tardes que se tuercen desde incluso antes de lo debido. Ayer, en el nuevo San Ignacio, había muchas ganas de fútbol. El Palo tenía ante sí el reto de arrebatarle una de las plazas de fase de ascenso a un filial malaguista que fuera de casa no rinde esta temporada lo mismo que en su feudo. Pero el exblanquiazul Guede, técnico local, vio cómo Zúñiga se abría la cabeza en el calentamiento, de forma fortuita, al chocar con un compañero. A gritos lamentaba lo que ya parecía augurar, una goleada visitante.

«No podemos tener tanta mala suerte». Y lo que vino después fue un chaparrón más gélido que el riego que los aspersores impuso hasta instantes antes de que el colegiado pitase el inicio. Pasados sólo tres minutos, Zúñiga, con un aparatoso vendaje y una media docena de puntos, quizás todavía algo conmocionado, regaló el esférico a Juan –Juanillo hasta que su entrenador, Jaime Molina, ha impuesto la supresión del diminutivo–. El menudo ariete, para adelantar al Atlético Malagueño, sólo tuvo que mirar a puerta y batir de vaselina a Álex Caro, que había tenido que salir a la desesperada.

La conmoción que se extendió por la grada y bajó al césped desde ese mismo instante fue aprovechada a la perfección por la rápida delantera visitante. En el minuto 6, otra rápida acción fue culminada esta vez, casi sobre la línea de meta y sin oposición, por otra perla de la categoría, Adrián.

Los jugadores paleños se sacudieron la presión, no perdieron la fe en la remontada, porque quedaba todo por delante, y estuvieron a punto de cambiar el decorado en el minuto 15. Carreño dispuso de un penalti, que atajó con una fenomenal estirada el tercer portero del primer equipo malaguista, Pol. El rechace lo intentó aprovechar el reseñado Zúñiga. Pero la zaga estuvo más rápida.

Isra sí que acortó distancias al filo del descanso. Y se desarrolló así, con una renta mínima, casi toda la segunda mitad. Hasta que reapareció la pareja formada por Adrián y Juan. Ambos redondearon sendos dobletes y elevaron el definitivo 1-4 en San Ignacio.