Historia del deporte

Nita, la primera gran historia de amor entre una mujer y el fútbol

La malagueña fue la primera en romper barreras para jugar al fútbol y poder hacer frente al plan antimachista propio de la sociedad española de principios del siglo XX

Imagen de Nita durante un carnaval, única opción para poder fotografiarse vestida de futbolista.

Imagen de Nita durante un carnaval, única opción para poder fotografiarse vestida de futbolista. / RAFAEL NAVARRETE

José Antonio Ariza

José Antonio Ariza

De esas aventuras apasionadas que se rescatan del olvido de cuando en cuando por lo insólitas o heroicas que resultaron ser en su tiempo, pero cuyo valor real se suele otorgar a título póstumo muchísimos años después, nos encontramos con el caso de Nita, la primera jugadora española de fútbol de la historia considerada como una blasfema por el idilio que mantuvo en secreto con el gran amor de su vida, el fútbol.

Anita Carmona Ruiz nació el 16 de mayo de 1908 en el popular barrio malagueño de Capuchinos. Era la hija menor de un estibador del puerto y de una ama de casa. Muchas tardes junto a sus hermanos veía el bonito atardecer que se divisaba a orillas del mediterráneo a la espera de que saliese su padre del trabajo. Mientras todos contemplaban aquella maravillosa estampa, Nita desviaba su atención a unos fornidos extranjeros llegados desde el Reino Unido que al acabar su jornada laboral se dedicaban a dar patadas a un esférico de cuero mientras practicaban un sport llamado football.

Tanta fue su curiosidad por aquel convulso juego que con el paso de los días allí que se plantó la intrépida niña para pedir formar parte del juego. Poca gracia haría aquello a su padre que día sí y día también la castigaba por participar en aquel vulgar entretenimiento masculino.

Pero ella fue creciendo bajo el embrujo del balón y en edad juvenil era muy habitual verla jugar en la explanada cercana al cuartel de Artillería, llegándose a enrolar en el recién constituido Sporting de Málaga de la mano del párroco Francisco Míguez Fernández que a su vez se convirtió en su gran valedor. Don Francisco como así le llamaban sus más allegados –llegaría a ser beatificado por el papa Benedicto XVI en 2007–, era un verdadero apasionado de este deporte.

Anita Carmona, con su camiseta del Sporting de Málaga

Anita Carmona, con su camiseta del Sporting de Málaga / RAFAEL NAVARRETE

Nita comenzaría como ayudante del masajista del club, Juanito Marteache llegando incluso a ser la encargada de lavar la ropa ganándose el cariño del equipo y haciéndola partícipe en los partidos, eso sí, los de fuera de casa para no levantar sospechas.

Sus triquiñuelas tenia para pasar desapercibida y es que Nita por jugar al fútbol era capaz de cortarse el pelo al máximo, vestirse de hombre y colocarse en el pecho unas vendas bien apretadas para disimular su fisionomía femenina, además tuvo que adoptar un seudónimo masculino «Veleta» para poder llevar a cabo su plan «anti-machista» de jugar al fútbol. ¡Qué cosas!

Aquel método no era completamente eficaz ya que la envidia de muchos de sus rivales al verla jugarles de tú a tú, hicieron que la delatasen. A todos esos inconvenientes se uniría el que su tío era médico de familia y aseveraba constantemente que lo que hacía era perjudicial para la estructura corporal de la mujer, por lo que ante la negativa de Nita a seguir esos consejos, la enviaron por algún tiempo a casa de unos parientes de Vélez-Málaga para que se olvidase de aquel «poco saludable vicio».

De nada serviría ese destierro temporal más que para tener mayor libertad y enrolarse en las filas del equipo veleño continuando adelante con el sueño de ser futbolista, lugar en el que durante algún tiempo pudo disfrutar tranquilamente de su mayor pasión.

La futbolista Anita Carmona Veleta posa con el Vélez CF

La futbolista Anita Carmona Veleta posa con el Vélez CF / Archivo Jesús Hurtado

Pero al poco tiempo un nuevo obstáculo surgiría en su camino. Y es que con la creación de la Federación Sur de fútbol y la Junta Local de Árbitros, su sueño se vería nuevamente echado por tierra ya que dentro de sus estatutos se prohibía radicalmente que cualquier mujer jugase en una competición de hombres. De hecho y con la firme intención de que Nita no pisase más un terreno de juego, especialmente en los partidos que se disputaban en Segalerva, se ordenó que unos guardias urbanos estuviesen atentos por si ella hacía acto de presencia, una situación terrible pero que a ella jamás le saciaría el hambre de patear a un balón.

Nita, con alguna que otra ayuda de los curas –sus mayores valedores-, siguió jugando hasta el comienzo de la Guerra Civil cuando ya todo se fue al garete. Falleció en 1940 apenas habiendo rebasado la treintena, víctima de unas altas fiebres provocadas por una bacteria conocida también como el «tifus de la garrapata». En su lecho de muerte yació enfundada con la camiseta del Sporting de Málaga cumpliéndose así su última voluntad, siendo enterrada en el cementerio de San Rafael rodeada de algunos familiares, amigos y compañeros quienes una y otra vez ensalzaron su valentía por ser capaz de desafiar al mismísimo sistema dominante en la época, elevándola al grado de mito por su heroicidad.

«Se las ingenió para hacerse una fotografía vestida con la equipación del Sporting, el club de su vida». «Las fotos en la época eran un gran artículo de lujo. Valían un dinero y se les daba un valor enorme. Pero Anita, para no levantar sospechas, se hizo la foto en carnavales. Dijo que iba disfrazada de futbolista», afirma el periodista veleño Jesús Hurtado, quien desempolvó del olvido esta increíble historia de idilio entre una mujer y él fútbol.