Puede resultarles pretencioso e incluso esnobista la afirmación que el mundo se divide entre los que conocen las Goldberg y quienes no tienen semejante dicha. Pero piensen qué sería de éste sin la impronta de Bach, sin su concepción del sonido hecho matemática y de esta música. Cuanto menos extraño, ¿no les parece? El Festival de Música Antigua de Málaga no deja de sorprender en sus propuestas; prueba de ello, el numeroso público que una vez más no puedo acceder a la improvisada sala de conciertos que fue el salón de Actos del Ateneo de Málaga.

Una copia de un clave alemán de 1738 fue el instrumento elegido por el clavecinista Daniel Oyarzábal, para seducir con su versión de las Variaciones Goldberg. Interpretación magistral, llena del color que marca el propio instrumento y un toque elegante aportado en la velada pasada por el propio Oyarzabal al teclado.

Nada más creíble que la versión de concierto, lejos de los cortes y repeticiones de las grabaciones, que ponen de manifiesto el talento del interprete, su particular lectura de la obra. El Bach de Oyarzabal convenció con momentos de auténtica pasión, no hizo falta mucho más para seducir al auditorio. La obra se estructura en treinta variaciones formando grupos de tres siendo la tercera de ellas de ellas en forma de canon, el aria da capo e finale enmarca todo el conjunto y da unidad a toda la composición.

El cantor de Leipzig muestra todo un mundo sonoro que resume su poder creador y la música de toda una época. Versión ágil de poco más de cincuenta minutos la interpretada por Oyarzábal, que recuerda la mítica grabación para la CBS de Glenn Gould de 1955, todo un icono cultural de la década. Una obra de referencia que marca un antes y un después en el oyente. Del período en la corte de Cöthen data la integral de las Suites para Violonchelo, de las que Evgeny Sakakushev escogió para el concierto pasado las nº 3 y 6. Dos piezas complicadas del repertorio en el que Bach se adentra en los límites sonoros del instrumento. Si bien algo apresurada la lectura de la suite nº 3 destacar al igual que en la sexta la sarabande en las que Sakakushev desplegó toda su fuerza expresiva. La suite nº 6 originariamente escrita para violonchelo piccolo de cinco cuerdas, los interpretes actuales optan por el cello de cuatro cuerdas acercando el arco al puente.

En definitiva, dos propuestas musicales de interpretes bien distintos unidos por quien hizo que la música más que arroyo fuera océano: J. S. Bach.