Las noches de Feria tienen un ritual: el ritual de ser joven y reunirse en torno al botellón. La llamada Explanada de la Juventud presenta cada día una constante afluencia de público que suele prestar más atención a los combinados que a la oferta municipal de actuaciones. El rock es el género que más suena, pero a los acordes les hace falta atención. Sin ella, los grupos parecen cantar al aire.

Coger el autobús en la Alameda puede llegar a ser más difícil que sortear a los feriantes en la calle Larios. Los viajeros iniciaron el camino al Real. La marabunta incluso decidió cantar el himno del Betis para amenizar el trayecto. Después de media hora de concierto improvisado el autobús aterrizó en Cortijo de Torres.

Sonaban los malagueños J.J.Sprondel, banda en muy buena forma cuya actuación lo demostraba canción tras canción. Una de las asistentes se quejaba de que la mayoría de los que abarrotaban el recinto no iban a escuchar a las bandas y que el ruido de estos no les dejaba conectar con las canciones del grupo. Entre el público había más de uno entrado en años. Pero es lo que tiene la Feria de Málaga, capaz de salvar las brechas generacionales.

Una pareja bailaba frenéticamente al ritmo de la música y muchos se sumaron a la diversión. Los empujones en este tipo de baile suele tener un carácter instigador, pero no agresivo. La multitud buscaba incluir a los demás en el baile. No lo consiguieron. Algunos intentaba zafarse de los que, enloquecidos, se les venían encima. Los grupos cercanos a los bailarines empezaron a enfadarse porque una de las chicas recibió un empujón. Ella se defendió molesta y le pidió a los integrantes del pogo que se alejaran. Los pogueadores se disolvieron. Solo quedaba en el escenario Lagartija Nick, la apuesta segura de la noche. El grupo granadino admitió la influencia lorquiana en sus canciones y afirmaron haberle robado versos al poeta.

Ted Mosby, el protagonista de Cómo conocía vuestra madre, sostiene que «nada bueno pasa a partir de las dos de la mañana». Quizá tenga más razón esta frase si se pronuncia en mitad de la Feria. El reloj marcó las tres y algunos feriantes empezaron a abandonar el botellodrómo. Era difícil entrar, pero no tanto como salir. Esquivar las botellas y las bolsas abandonadas en el suelo y salir indemne es todo un reto. Las papeleras no abundan. Tampoco el civismo. Algunos emprendieron el camino de vuelta a casa antes de toparse con la luz del sol. Otros, en cambio, se cobijaban en las casetas pidiendo que la velada no terminase todavía.

Protección Civil asegura que la noche transcurrió sin incidentes graves, nada fuera de lo habitual, pero recomiendan beber con moderación. Algún susto puntual hubo con alguien pasado de copas. Aún quedan días de Feria y otras tantas noches de rock y botellas en el Real.