A la escritora gaditana afincada en Málaga Mercedes Formica (1913-2002) le persigue la sombra de lo políticamente incorrecto, por haber formado parte de la Falange. Su pasado falangista ha provocado, por cierto, que su busto en Cádiz haya sido retirado hace pocos años de la vía pública y trasladado al interior de un equipamiento público.

No sería ninguna sorpresa que quienes decidieron esconder el busto desconocieran su obra porque, de conocerla, se habrían percatado de que Mercedes Formica ha sido, ideologías aparte, una de las grandes figuras de la lucha por la igualdad de derechos de la mujer durante el siglo XX. La gaditana fue una autora, abogada de profesión, cuya obra literaria fue fiel reflejo de ese empeño por acabar con el injusto tratamiento que las leyes españolas aplicaban a las mujeres en materias como la ruptura matrimonial, el adulterio o la violencia machista y en suma, se convirtió en una importante conciencia crítica durante el Franquismo, que siempre la miró con sospecha.

Su mayor éxito lo alcanzaría en 1958 al lograr la reforma del Código Civil por la que se eliminaba el denigrante depósito de la mujer, que obligaba a esta a abandonar de forma obligatoria su vivienda en caso de ruptura matrimonial para ser depositada en casa de sus padres, en la de algún familiar o incluso en un convento, al cuidado de un depositario aceptado por el marido.

El libro que ahora, ampliado, presenta la editorial Renacimiento, titulado A instancia de parte y dos obras más, incluye la mencionada novela A instancia de parte, la novela corta Bodoque y el cuento La mano de la niña, así como un imprescindible apéndice documental con artículos publicados en prensa y revistas, uno de los cuales, El domicilio conyugal -publicado en 1953 en el diario ABC tras varios meses retenido por la censura- lo compara Miguel Soler, a cargo de la edición y el estudio introductorio de el libro, con el ¡Yo acuso...! de Zola, por su papel «crucial» en la Historia del Feminismo español.

Su obra literaria, a la par con su lucha en tribunales y tribunas de opinión, es a su vez, como resalta Soler, el reflejo de sus circunstancias personales, pues siendo niña tuvo que asistir al divorcio de sus padres y sufrir las consecuencias del injusto tratamiento legal a su madre y hermanos.

Y así, en la novela corta Bodoque, la primera de las tres obras, es en la que con más evidencia se aprecian las pinceladas biográficas de Mercedes Formica, pues narra el impacto que en un niño pequeño, que vive con su padre, separado de su madre y de sus hermanas, tiene el divorcio de sus progenitores y la llegada a la casa de una extranjera. Esta experiencia, sufrida por la autora, se convierte en el motor de esta preciosa obra, que brilla por la certera plasmación de la mente infantil que trata de escrutar el ignoto mundo de los adultos, y por sus gotas de lirismo: «A esa hora del día en que todo parece que se sueña y los sucesos se ven lejanos, diluidos, sumergidos en el bache de la inteligencia, sumergidos en el hueco del tiempo y el calor».

Tanto en La mano de la niña, un impactante cuento con una terrible base real, como en A instancia de parte, que aborda el adulterio desde muchos puntos de vista, Formica sabe cómo conmover el corazón de lector. Qué duda cabe que sus novelas son una esmerada máquina narrativa al servicio de la causa feminista.

Completan la obra una reseña de la autora de El segundo sexo, de Simone de Beauvoir, el rotundo y brillante El domicilio conyugal y varios artículos más sobre el adulterio y el divorcio, este último ya de 1977.

Un libro imprescindible de una autora que escribe bien, conmueve y que forma parte de la Historia del Feminismo. No estaría mal que quienes sólo conocen el trazo grueso de su figura comenzaran a leerla. Se sorprenderían.