No tiene corazón el dinero pero sí que posee tronco de árbol con ramas que traman su poder, su extensión, la sombra a la que se cobijan el amor, los sueños, los secretos, la ambición. Un dinero al que se le borra el rastro, se le sofistica su uso y se le pone familia, patria y un supuesto crédito moral. De esto, que es mucho, tan actual y tan fácil de ponerle rostros reales de aquí y de allá, va la novela de Gonzalo Torné, 'El corazón de la fiesta'. Un novelista que siempre baja a la mina de la realidad en busca de una veta que contenga la contaminación interior que la pueda hacer saltar y su valor como piedra social con valor de mercado. Lo hizo con 'Divorcio en el aire' en el que le tomó el pulso a la violencia masculina de errónea testosterona sentimental, y en 'Hilos de sangre' en cuyas páginas hizo un duro aguafuerte acerca de la connivencia de la burguesía catalana con el franquismo. El paisaje sobre el que vuelve con una elegante comedida, en la que se entrecruza la sátira blanca, la ironía punzante, la intensidad de un lenguaje eficaz en el movimiento de la acción que indaga en las entrañas de los significados del dinero. Es audaz, lúcido y ético Gonzalo Torné al utilizar el dinero, su poder, la nación como coartada y a la vez la despolitización de la generación del bienestar para denunciar la corrupción, y en esa denuncia alumbrar el interior clasista, xenófobo en su extremo, ambicioso y oscuro de una Cataluña reconocible.

El corazón de la fiesta es una novela femenina porque son las mujeres los ejes de una trama que gira en torno a dos historias de amor diferentes entre parejas de culturas y posicionamientos diferentes hacia el dinero. Violeta Mancebo, la charnega hija de la España emigrante de la mano de obra y Clara Montsalvatges, una mujer bondadosa cuya empresa sentimental es acoger a sus amigas en crisis del corazón en su piso del Eixample. Ese talante de samaritana, preocupada por la violencia sonora que la perturba, hará que irrumpa, en compañía de un amor a medias, en el piso vecino de la joven por si sus cuitas de pareja requieren ayuda. De ese modo Clara se convertirá en confidente de la historia de revelaciones íntimas que vertebra la novela: la relación de Violeta con Bastardo, el hijo de Pere Masclans, capataz de una familia con carácter de empresa y demiurgo ideológico de la Cataluña fin de siècle, de cuyo futuro se considera hacedor.

Esa relación intersocial entre la mujer de clase obrera y con sueños de ascender de clase, a pesar de una educación que repudia la suciedad del dinero, y el hombre que pugna por su hueco de poder en una familia ajena a sus propias emociones, y tan dependiente como receloso de un hermano, Yúnior, el Taradet, y la Paradeta y Yúnior, marcan el relato picaresco que late en esta estupenda novela llena de puertas de atrás. Aquella por la que el dinero invisible escapa al paraíso de Andorra, la que usa Violeta para acceder al universo privado de este clan que financia sus riqueza con comisiones relacionadas con las adjudicaciones públicas, y cuya bicefalia es Pere Masclans y su esposa Codony, el pilar reaccionario de un clan que desprecia a los que castellanohablantes de clase inferior, y cómplice de cualquier empresa destinada a sus ganancias como la de desviar el curso del río para que emerja una isla que pueden convertir en un resort de lujo.

Hay muchos otros personajes, ricos en matices dentro de la trama como el editor de textos catalanes de los años 30 o la taquígrafa danesa. Cada uno con una posición moral y puntos de vista enfrentados entre los que abarca el poder del Rey de Cataluña y su familia, y quienes son víctimas de su desprecio. Lo mismo que subyace en la novela la conciencia derrotada y sumisa de la clase media, incapaz de sostenerse como cultura, pensamiento y lugar ético de pertenencia. Se divertirá el lector con esta poderosa fiesta de corazón picaresco y ladrones de guante blanco, con resonancias reales y una buena arquitectura de lenguaje y de ficción.