Tras ganar el Premio Planeta 2018 con 'Yo, Julia', Santiago Posteguillo vuelve con el segundo y último volumen dedicado a la vida de Julia Domna, esposa del emperador Septimio Severo y una de las figuras femeninas más poderosas de la historia de Roma. 'Y Julia retó a los dioses' recrea los últimos veinte años (197-217 DC) de la emperatriz, que se afana por forjar una dinastía que se perpetúe en el poder.

Guerras en Partia o en Britania, junto al Muro de Adriano, viajes por Egipto amenazados por brotes de peste, una vertiginosa carrera de cuadrigas, intrigas con el Senado, venenos, traición, mucha sangre y, sobre todo, el enfrentamiento mortal entre los dos hijos de Julia, Antonino «Caracalla» y Geta, pueblan las 800 páginas de la novela que, como el resto de la obra de Posteguillo, se disfrutan con avidez. La estructura del libro, con constantes cambios de escenario y de perspectiva de los personajes, enganchan. La recreación de las batallas es otro de los puntos fuertes del escritor valenciano.

En esta ocasión, Posteguillo recurre además a la curiosa licencia de describir una asamblea de dioses que, desde el Olimpo, están divididos en dos bandos, a favor y en contra de Julia, como ocurriera en la Guerra de Troya o en el regreso de Ulises de Itaca. De forma hábil, el autor hilvana los acontecimientos de la vida de la emperatriz como si fueran pruebas enviadas por Júpiter, que media entre el bando favorable a Julia, encabezado por Minerva, y el contrario a ella, liderado por Vesta. Un cáncer de mama será finalmente lo que acabará con Julia.

Como se puede comprobar, 'Y Julia retó a los dioses' es, tal como sucedía con la primera novela, una reivindicación del poder de la mujer, durante muchos siglos confinado al ostracismo en los anales de la Historia. La elección del autor, como ya se dijo cuando la publicación 'Yo, Julia', puede ser interpretado como un claro guiño a la sensibilidad de nuestra época, en la que la igualdad de género se ha convertido en uno de los grandes motores de cambio social. En todo caso, en el devenir de Roma no faltan las figuras femeninas de tronío (otro ejemplo es la Julia que fue esposa de Augusto y madre de Tiberio), por lo que la opción es ciertamente válida.

Es cierto que a Posteguillo se le nota cuando tiene especial cariño a un personaje. Ya le pasó en su anterior trilogía sobre Trajano, donde las virtudes de este emperador relucían frente a Adriano, que bajo la óptica del autor aparece como un pérfido sucesor. Y es que el trabajado rigor histórico que empapa todas sus obras no quita para que el autor introduzca su propia visión y juicio sobre los hechos históricos o las motivaciones de los personajes que recrea, incluso con paralelismos bastante aplicables al mundo moderno.

En el caso que nos ocupa, es Julia la que se muestra como el verdadero cerebro en la sombra tanto en el mandato de su esposo Severo como en el de su hijo Caracalla. Una Julia a la que muchos no perdonan su condición de extranjera (nació en Emesa, la actual Siria), pero con una visión del mundo muy por encima de todos, capaz de ir eliminado con sus planes a poderosos rivales (caso de Plauciano, prefecto de la guardia con Severo), de recurrir al incesto para centrar a un desquiciado Caracalla o de orquestar planes de futuro para, incluso después de muerta, ser la artífice de que su nieto, el que sería conocido como Heliogábalo, llegue también a ser emperador.

'Y Julia retó a los dioses' tiene por lo demás otros muchos elementos de interés. Posteguillo vuelve a utilizar con gran eficacia narrativa la figura de Galeno, uno de los padres de la medicina, como narrador de parte de la novela, ya que durante su trayectoria llegó a servir como médico personal a varios emperadores, entre ellos a Severo y Julia. En el libro se recoge el interés de Galeno por estudiar la disección de cuerpos humanos para lograr avances médicos, algo que no pudo hacer debido a los tabúes que había en la sociedad grecorromana en torno a esta práctica.

Siendo el siglo II tampoco podían faltar en la novela menciones al joven cristianismo, la nueva religión que empezaba a prender, sobre todo entre los esclavos. Posteguillo se permite incluso un divertido pasaje donde Júpiter muestra su preocupación ante el ascenso de ese tal Cristo.