Aforismos

La fijación del parque en Pérez Estrada

La Fundación Pérez Estrada y editorial Jákara editan un breve volumen del originalísimo autor malagueño en el que se reúnen algunos de sus más brillantes fragmentos en prosa poética de sus últimos días

La fijación del parque en Pérez Estrada.

La fijación del parque en Pérez Estrada. / Francis Mármol

Francis Mármol

Se pasó media vida escuchando aquello de que no era un poeta para mayorías pero el tiempo va ofreciendo la magnitud inabarcable de un artista singularísimo que va abrazando cada vez más y más gente. Rafael Pérez Estrada (Málaga, 1934-2000) regresa de nuevo en forma de libro, de tirada tan breve como sus aforismos, para recordarnos que un día fue carne y hueso, un abogado del desamor que dibujaba ángeles mientras hablaba por teléfono y fantaseaba con un cucurucho de helado para coronar La Manquita, hasta que a aquellos dibujos primitivos le brotaron palabras por la chistera que esconden algunos lápices, ya casi en la cuarentena.

José Ángel Cilleruelo, su editor desde casi entonces y albacea, ha querido desempolvar el viejo armatoste fantástico que supone ‘La memoria me está dando una tarde imposible’. Su última entrega conjunta antes de morir. Un dietario, o algo así, que reúne sus greguerías, sus textos en prosa poética, que de vez en cuando cobran formas narrativas en unas cuantas líneas y pueden llegar a ser el esqueleto del Ulises de Joyce o un fugaz fogonazo lírico que viniera de un faro del fin del mundo para dejarnos en estado de nirvana mientras lo leemos. La mayoría de este chute poético ya había sido desvelado en volúmenes anteriores pero ahora llegan en su distribución original y con algunos fragmentos inéditos. El título original, que se ha respetado, como se deduce, tiene mucho de despedida y cierre, estando como estaba en el momento de enviarlo al editor con las horas de vida contadas. Y es por ello un elixir de esencias del que ya se sabe en posesión de la inspiración póstuma y las palabras se les enredan dóciles entre los ojos.

Así las cosas, Pérez Estrada reaparece veintidós años después para declarar su vigencia y su efervescencia con su animada capacidad para en menos de cien páginas destruir formatos y erigir un camino originalísimo por poco transitado y en él ya madurado. «El alma del soneto es la estructura. Pocas veces la poesía». Y seguir haciendo apología de la libertad creativa para no acomodarse a ninguna corriente clara ni a ningún género, ni forma concreta. Aquí exhibe la muestra más clara. Son todas sus criaturas una especie de greguerías generosas, con más gracia y plasticidad si cabe de las que cabría adjudicarles a Gómez de la Serna.

Rafael Pérez Estrada.  | L.O.

Detalle de la portada. / Francis Mármol

En esta aglomeración de brillantísimas fantasías de pocas veces más de media página, uno puede quedarse ciego de mirar y mirar cómo a los humanos puede injertárseles un árbol, o cómo al paso del asesino de palomas se van cayendo las hojas de los árboles, entre otras imágenes poderosísimas. Está plagado este poemario heterodoxo de fantasmas, espejos que sangran, pájaros enfebrecidos o caballos perdidos de ensoñaciones maravillosas que tienen mucha plasticidad y adjetivos inesperados. Siendo solo imágenes también se mueven y gritan, o lloran, o escapan a un destino incierto como en un fastuoso realismo mágico donde los parques, el mar y los animales son objeto de toda clase de sucesos paranormales.

Precisamente, Pérez Estrada le dejó redicho a su buen manojo de lectores y fieles que prefería meditar en la propia existencia vital con todo lo que conlleva de heterodoxia, sin darse nunca el pisto de haber inventado un continente, que todavía tiene pocos conquistadores y cuya ubicación responde a un tatuaje que dice: «la literatura es enemiga de lo explicativo». Soñar es su mandato.

Sin haber un motivo que relacione todo el compendio de pequeñas historietas, poemas alados, sí que hay una constante o abundancia de alusiones a la naturaleza. Y pareciera que un ser tan mediterráneo y sureño como Rafael Pérez Estrada surgiera como un Homero beodo para relatarnos mitos modernos de centauros en la barra de un bar y sirenas en la cola de la peluquería reuniendo de nuevo el elemento primitivo del contexto de la naturaleza virginal como nexo de unión. Por eso, caben menciones constantes de elementos de la botánica local, de la fauna más diversa o simbólica y de elementos de la geografía que nos son comunes. Tanto es así que el artefacto podría haberse llamado: ‘Del parque y sus especies’, como le dejó dicho a Cilleruelo y por ello también suma el elemento de paraíso infantil o germinal. Cerrando un círculo vital.

La memoria me está dando una tarde imposible

Autor: Rafael Pérez Estrada

Editorial: Jákara/ Fundación Perez Estrada

Precio: 15,00€

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