Katherine Anne Porter: pequeños cuentos, grandes historias

Katherine Anne Porter vivió una larga vida que alcanzó los noventa años, pero aún así publicó poco y, sin embargo, buena parte de esos escritos, especialmente los cuentos se encuentran entre las mejores de la literatura estadounidense. La consideración de Porter como una de las escritoras más distinguidas en la tradición literaria del sur estadounidense se basa principalmente, como apuntamos antes, en sus magníficos cuentos escritos con una calidad literaria que pocos escritores han logrado. Ella en apenas un puñado de obras ha logrado que sus historias, aunque ancladas temporalmente en el pasado, sigan activas, sigan vivas. Y siempre están de vuelta, como ahora con la edición recuperada de sus ‘Cuentos completos’ que acaba de publicar Lumen. Su lectura es una cita con la gran literatura.

Los cuentos son lo mejor de la narrativa de Porter pues en ellos volcó lo más genuino y talentoso de su literatura, su particular estilo marcado por una belleza lírica, propia de las gentes del sur, junto a imágenes precisas y, lo mas singular de todo: una atención meticulosa y artesana al detalle , algo que está en la naturaleza de los grandes escritores. Cada frase, como aquellas que pulía Flaubert, está elaborada con cuidado, con mimo; cada palabra se ajusta en el texto con la precisión del relojero, pero dotadas de alma, con la intención de cautivar al lector, de llegar a su corazón con la fuerza de la palabra vibrante y la frase mas intensa y sugestiva.

Con ese lenguaje sublime, Porter tenía ya mucho ganado para reinar en la literatura americana, pero además lo usó con sabiduría femenina para exponer retratos realistas de las vidas de las personas, especialmente de las mujeres. Da vida a temas universales como el amor, la pérdida, la búsqueda de la identidad, y explora las complejidades del amor, la lujuria, la traición y las motivaciones detrás de las decisiones que tomamos.

También supo dibujar una rica exploración de personajes, todos con un complejo mundo interior; además ya sean las mujeres de voluntad fuerte que buscan emanciparse, los hombres introspectivos y taciturnos o los miembros marginados y sin voz de la sociedad, todos los personajes de Porter son complejos, pero esencialmente humanos.

El mundo de la mujer fue siempre especialmente atendido por Porter. Muchas de sus historias se centran en personajes femeninos y brindan una perspectiva única sobre las experiencias y los desafíos que enfrentaron las mujeres durante diferentes épocas. Desde las luchas de las mujeres jóvenes en la sociedad de principios del siglo XX hasta las complejidades de la maternidad y el matrimonio; en todos ellos Porter arroja luz sobre el comportamiento de las mujeres, sobre sus esfuerzos por lograr esa «habitación propia» que reclamaba Virgina Woolf.

En Porter, en su concepción vital, tuvo un influencia poderosa el catolicismo al que ella se convirtió muy joven, arrastrada en principio por su primer marido. Katherine Anne Porter no fue nunca una católica entusiasta y fervorosa, como su coetánea Flannery O’Connor, y a lo largo de su vida tuvo etapas de acercamiento y alejamiento de la religión, pero el catolicismo ejerció una notable influencia en sus escritos, especialmente en sus primeros y en sus últimos textos.

Una de esos relatos impregnados de sentimiento católico, que es también uno de sus mejores cuentos es ‘Judas en flor’, tiene lugar en México durante la Revolución y se inspiró en las experiencias de Porter durante sus viajes a ese país que para ella fue su «amada segunda patria».

‘Judas en flor’, que más tarde dio título a su primera colección de cuentos, es una historia de infidelidad, redención y reconciliación en la que los dos personajes principales, Braggioni y Laura, se asemejan a las figuras apostólicas de Pedro y Judas. Laura es una mujer estadounidense de veintidós años que, al igual que la propia Porter, fue a México para apoyar la causa socialista. Enseña a niños indígenas y visita a presos políticos, y también oculta que va a misa a las personas que asisten con ella a las reuniones sindicales. Se hospeda en la casa de Braggioni, un líder local autoinflado que está más interesado en su propio poder que en cualquier causa política real e intenta seducirla, pese a estar casado.

El volumen cuenta con todos sus relatos y novelas cortas. Una de ellas, sin duda la más genial es ‘Vino de mediodía’, una obra maestra de ficción contemporánea. Descrita como una tragedia griega modernista, la historia describe el declive y ruina de una granja lechera en Texas que logra recuperarse y engrandecerse gracias a la contratación de Olaf Helton, un sueco ceñudo y poco sociable, pero que cambia la suerte de la familia Thompson. Una década más tarde, otro extraño llega a la puerta de la granja, el cazarrecompensas Homer T. Hatch, que tiene la intención de arrestar al sueco Helton por un crimen que cometió en Dakota del Norte 10 años antes. Thompson, el dueño de la granja, sin embargo, no quiere dejarlo ir. La confrontación entre este y el cazarrecompensas es uno de los grandes escenarios de la literatura estadounidense. La amenaza palpita bajo un barniz de civilidad en cada diálogo y el ambiente se va tensando hasta que el cazarrecompensas mata a Thompson. Ello lleva al asesino a su ruina moral pues aunque en el juicio posterior es absuelto, el sentimiento de culpa le perseguirá para siempre.

Porter pertenece a ese grupo singularísimo de escritores que han logrado sublimar el relato corto y elevarlo a categoría excepcional. Ella, por derecho propio, está en ese grupo fantástico que tiene a Alice Munro, Flannery O’Connor, Hemingway, Isaac Babel o Cortázar entre otros grandes.