Llevan décadas en la indefensión y el olvido, por eso la supervivencia ha impuesto sus propias leyes. Y la primera es la del silencio, que hacen valer los clanes gitanos de la droga. `Los Charros´, `Los Romualdos´ o `Los Madrileños´ ejercen su hegemonía en amplias zonas y llegan a acuerdos para el reparto de los puntos de venta. Prosperaron con el narcotráfico y ahora blanquean dinero hasta en las Islas Caimán, según han constatado las investigaciones policiales. Es tal la productividad de estos puntos de venta que los más activos llegan a `facturar´ hasta doce mil euros diarios, según fuentes policiales consultadas. Una auténtica fortuna que luego hay que blanquear.

Tienen a gala el marchamo de `palmilleros´ y han conseguido, bajo la tapadera de la venta ambulante, establecer toda una microeconomía en el barrio con una legión de `aguaores´ a sueldo, trabajadoras domésticas y costureras para los arreglos de la ropa que cobran en dinero y droga, bingos ilegales, negocios de hostelería, inmobiliarias, etc. Han establecido incluso un mercado de alquiler de armas de fuego utilizadas para cometer delitos.

Pistolas de alquiler. Una pistola o una escopeta de cañones recortados para un atraco cuesta entre 60 a 100 euros dependiendo de si está `limpia´ o tiene algún `marrón´. Luego las vuelven a enterrar en los montes de alrededor de la barriada", explica uno de los policías que investiga a estos grupos.

La masiva llegada de inmigrantes, sobre todo marroquíes, latinos, nigerianos y europeos del Este, y la restauración de las viviendas sociales de la Junta de Andalucía han disparado la demanda de viviendas. Donde hasta hace pocos años se podía adquirir un piso por entre 18.000 a 30.000 euros, ahora se pagan 200 a 300 euros al mes por habitación, según refieren los inmigrantes irregulares detenidos por la policía en estos pisos-colmena.

Extorsiones. Los grandes clanes del narcotráfico han emprendido una auténtica ofensiva para hacerse con el mayor número de viviendas posibles. Antonio Mena, un vecino de la calle Guadalbullón, aseguró que "se han quedado ya con bloques enteros. Hay gente que se quiere ir del barrio, pero no se atreven a poner las casas en venta porque pueden recibir una oferta y verse obligados a aceptarla", explicó.

De hecho, la policía realizó en 2006 dos operaciones contra las redes de extorsión de `Los Romualdos´, a cuyo patriarca llegaron a detener -está procesado, pendiente de juicio, y en paradero desconocido- por extorsionar a vecinos de la barriada para que les vendieran sus pisos e incluso para que prestaran sus identidades como testaferros para la adquisición de inmuebles para el clan.

Los `matones´ que se dedican a estos y otros menesteres se jactan de la impunidad con la que actúan. `El maza´, la mano derecha de `El Principito´, fue detenido en octubre pasado cuando reponía droga en un punto de venta del clan de `Los Charros´ y retiraba la recaudación. Con gesto arrogante, el `pistolero´ aseguró a los agentes que "me da igual que me detengáis. Yo le pago 20 millones al juez y estoy en dos días en la calle".

No fueron dos días. Francisco Manuel M.G., `El Maza´, pasó tres meses en prisión y se conformó con la pena de tres años que pidió para él el fiscal durante el juicio. "Con sentencia firme, debía haber ingresado en enero en prisión pero sigue en libertad. Es algo inexplicable", aseguró uno de los agentes que le detuvieron. Ahora se dedica a ordenar a patadas las filas de jonkys que van a comprar `revuelto´, a los que obligan a consumir la droga en los rellanos para evitar que la policía les intercepte a la salida.

Fricciones étnicas. Pero la violencia no es consecuencia exclusiva de la droga. Hace una década que los clanes gitanos entraron en el negocio de la prostitución. Controlan el sur del polígono Guadalhorce y los accesos al Polígono Santa Bárbara. En la avenida principal del Guadalhorce se han establecido los grupos originarios de Europa del Este y nigerianos. Los primeros roces por el dominio de estas zonas se saldaron con palizas y atropellos a prostitutas. Los incidentes, a veces con armas de fuego, se trasladaron luego a la barriada, donde estos grupos disponen de pisos para sus mujeres y han colonizado espacios que los gitanos consideraban propios.

Guerra perdida. Un veterano policía de la comisaría de la Palma-Palmilla asegura que los gitanos perderán este pulso. "Los subsaharianos están solos, vienen de países con conflictos bélicos y muchos saben lo que es matar. No tienen a nadie ni nada que perder. El gitano, en cambio, tiene aquí su casa y su familia. Si comete algún delito, la policía puede identificarle por huellas, pero al subsahariano no".