Pilar Trujillo es, además de secretaria de la Junta Directiva de la Asociación Malagueña de Padres de Personas con Parálisis Cerebral (Amappace), madre de una joven de 27 años con una parálisis cerebral que le implica una discapacidad del 90%. Afectada, Pilar explica que es una situación «muy dura». «Tengo tres hijos más y llegó un momento en el que ya no podía. Ella grita mucho, para llamar la atención, y no dejaba a sus hermanos estudiar ni a los vecinos dormir», asegura.

«Cuando tenía 11 años la inscribí a Amappace y, aunque pensaba que era muy pronto para separarme de ella, la solicitud vino aprobada en un mes. Es una pena que tienes siempre y que te quita muchas alegrías, pero estoy muy contenta de que esté aquí, porque no le falta de nada, y a ella también la veo feliz, porque con la mirada me lo dice todo». Trujillo es una de las madres de los 56 pacientes con parálisis cerebral grave de Amappace que ha puesto a una de las personas más importantes de su vida en manos de esta asociación para su desarrollo personal y, al fin y al cabo, para la felicidad de su hija.

Amappace, uno de los centro en Málaga dedicado a personas con parálisis cerebral, se fundó en 1977 por la preocupación que algunos padres tenían por la educación y la integración de sus hijos. A raíz de la Ley de Educación Integrativa, la asociación se centró en los servicios que se ofrecen tras el periodo educacional. Cuenta con 278 socios en la Junta Directiva, dos de ellos afectados; y con 117 profesionales como son médicos, cuidadores, fisioterapeutas, psicopedagogos, logopedas, educadores y demás trabajadores del centro.

Entre sus servicios, cuenta con una residencia de adultos gravemente afectados; una unidad básica residencial de menores, con seis plazas; una unidad de estancia diurna, que atiende a 45 personas; un centro ocupacional, integrado por 20 afectados; y un servicio de atención temprana. En este último se atiende a menores de hasta 5 años que tienen trastornos en el desarrollo o que están en riesgo de padecerlos. Comenzó en el año 2006 con seis menores y ya cuenta con 140 plazas. De los servicios de fisioterapia y logopedia se benefician unos 45 afectados.

En el taller ocupacional les enseñan a realizar manualidades, ganchillo y cocina. Pero su principal dedicación es para las felicitaciones de Navidad, que se venden a empresas y estancos. El resto de manualidades, entre las que se pueden encontrar pulseras, pendientes, tazas decorativas o joyeros, tienen un precio simbólico, que se utiliza para administrar un sueldo a cada uno de los pacientes. «De esta forma se hacen una idea de cómo es la vida, además de estar muy contentos porque se sienten útiles», asegura Miriam Moreno, una de las monitoras. Parte de ese dinero se destina también a realizar salidas, que ellos mismos eligen por consenso. También se les da información sobre la inserción laboral y se les prepara para ello.

En la zona de fisioterapia se aplican, de forma individualizada, técnicas especiales para conseguir las mejores posturas posibles en los pacientes.