La novia del supuesto asesino en serie, de 23 años y nacida en Marruecos, vivía junto a él en Riviera del Sol (Mijas). «No trabajaba en nada, se pasaba el día en el gimnasio, por lo que sospecho que S. se dedicaba al tráfico de drogas». No sabía con qué se pagaba el alquiler, pues siempre era él el que lo hacía.

En la medianoche del día de autos del primer crimen, observó que cuando su pareja fue a dormir, había «unos arañazos en su cuerpo», y dijo echar de menos unas zapatillas deportivas. Ella le dio un móvil que él le entregó a su madre, lo que motivó que ésta también fuese arrestada. También reconoció ser ella la que acompañó al supuesto asesino en su largo peregrinar por cajas y bancos para sacar dinero. Llevaba una chilaba roja.

En cuanto a él, le dijo a la Policía Judicial que había trabajado como portero de discoteca, y que vivía de lo que le mandaban de Alemania y de algunas sumas del establecimiento. Él exculpa en todo momento a su pareja. Tampoco lo ayudó a limpiar las escenas del crimen, dijo.