Noa se tapaba la cara con las manos cuando su madre la sacó de Ojén. No quería ser testigo del fuego que rodeaba al municipio. El pueblo quedó desierto en poco más de una hora, entre las tres y las cuatro de la mañana. La pequeña, de dos años, fue una de los 4.100 desalojados durante la madrugada del viernes. Ayer, de vuelta a su hogar, tenía los ojos bien abiertos tras la pesadilla.

La vida volvía a la localidad, que dispone de 86 kilómetros cuadrados enmarcados por Sierra Blanca. Pero no podía volver como si nada hubiera pasado. El incendio que asoló miles de hectáreas en la Costa del Sol era el tema de conversación en bares, peluquerías, tiendas y en quicios de ventanas.

«Yo salí con los pantalones al revés -recuerda la mamá de Noa, Virginia Lorente-, escuché la sirena, cogí a mi hija y recuerdo que huimos por la carretera cuando las llamas ya estaban encima».

Se desplazó a la playa de Marbella donde pasó la noche. No se acordó de coger nada de valor pero Noa se encargó de hacerle ver que había dejado su ovejita en casa. «No me dejó dormir», asegura la progenitora.

Isabel Merino no se olvidó de lo estrictamente necesario: su botella de oxígeno. «Tengo que ponérmela todas las noches», indicó. Los mayores que necesitaban especiales cuidados llamaban a las ambulancias para ser evacuados. Isabel tiró de la familia.

«¡Qué mala noche pasamos!», resumió al ser preguntada por el desalojo de su pueblo. La confusión ha reinado durante estos dos días de extinción del incendio.

Ojén permaneció sitiado por el fuego la madrugada del viernes y el tráfico de las carreteras fue interrumpido intermitentemente. Ayer, era todo diferente.

Ana Sánchez regaba sus plantas. Su vecina, limpiaba un coche cargado de cenizas. «Afortunadamente el núcleo del pueblo no se ha quemado», dijo.

Las terrazas abiertas, los niños en bicicleta. Aparentemente, un sábado más. Desde el centro, no se ve el negro que ha dejado el fuego. Sólo algunos valientes se atrevían a coger los prismáticos y desplazarse hasta el mirador.

Varias evacuaciones en un mismo día

Jesús Fernández, vecino de Ojén, lamentó que la carretera de acceso desde Marbella permaneciera intermitentemente cortada. Cuando la abrían, «nadie nos avisaba de que quizá no podrías volver a salir o entrar». Fueron hasta tres desalojos en un mismo día, recuerda.

«Nos desalojaron a las tres, volvía a casa a las nueve de la mañana, me arreglé y salí a trabajar. Cuando volví en la tarde, ya no podía subir a casa. Es una situación en la que insisten sus convecidos. «La primera salida estuvo muy bien organizada», según Virginia. Las siguientes recomendaciones fueron desoídas.