Servicio
"Cuarenta días por delante de horas con más tareas que bríos"
Otra vez Miércoles de Ceniza. De nuevo la antífona y el morado penitencial. Otra vez, sí, los trinos de cornetas, los fulgores de plata batida, el incienso voluptuoso ante los altares y los repartos de puestos, y los panegíricos sacerdotales y los pregones laicales, y los carteles y los nazarenos de caramelo De pronto, esta tarde, cuando percibas que la luz poniente comienza a dilatarse y limpies la ceniza de tu frente, tu túnica recobrará su protagonismo, asaltando tu mente desde el armario donde la habías recluido con la misma rapidez que, sin saber exactamente por qué ni cómo, una vieja y entrañable sacudida se apodera de tu ánimo. Así ha sido, cofrade de vocación innata y a jornada completa, nazareno de guardia, desde que recuerdas.
Sin embargo, no hay trino sin ensayo ni fulgor argénteo sin sudor de bruñido, como tampoco candelabro sin perno. Cuarenta días por delante de horas con más tareas que bríos. Es verdad que la ilusión engendra energías insospechadas, pero no lo es menos que el cansancio y acaso la pereza, ¡ay, la pereza!, también pesan, tiñendo la labor de un reprimido tedio.
Tal vez por eso supones que quizá sean más anchas las ilusiones de quienes llegarán a mesa puesta el Domingo de las Palmas, aunque intuyes que no por más anchas y reposadas han de ser más profundas ni serenas. Empero, miras alrededor, contemplas este mundo corrupto y pecador, y te preguntas si tanto esfuerzo y tanto afán, si tanto traer y llevar, de veras merecen la pena. Si tanta preparación y detalle derivan de la oración, el ayuno y la limosna de una genuina Cuaresma, o si sólo constituyen arreos de la fiesta que se acerca y el gozo y el negocio que conlleva. Meditas el asunto ante la capilla de tu Titular cuando alguien te pregunta dónde y cómo puede apuntarse para salir en tu cofradía. Es por una promesa, te explica. Y le informas y le miras a los ojos y reconoces en ellos tu misma devoción. Y entonces comprendes que preparar la mesa al promitente y al cuaresmero es tu misión, ésa para la que tu Titular te eligió, y que su cumplimiento, cofrade, más que de tu ilusión, depende de tu espíritu de servicio. Y nada, te dices, es más auténticamente cristiano que el servicio.
*Pedro F. Merino es periodista y cofrade
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