Los malaguistas se las prometían felices con la llegada del jeque Al-Thani a la ciudad para comprar el Málaga Club de Fútbol. Desde el principio, no escondió que sus intenciones no sólo eran lograr éxitos deportivos con el club, sino que traía bajo el brazo varios proyectos que debían ejecutarse paralelamente al mecenazgo deportivo y que, tras un cuatrienio, siguen durmiendo el sueño de los justos. El verano de 2010, desde que se capta la primera imagen del jeque en el aeropuerto malagueño, es frenético: se reúne con la alcaldesa de Marbella, Ángeles Muñoz, con el alcalde de Málaga, Francisco de la Torre, con el presidente de la Junta, José Antonio Griñán, con el fin de plantearles sus ambiciones: compra del estadio de la Rosaleda para hacer uno mayor; levantar una Academia del fútbol en los últimos terrenos vírgenes de la ciudad, Arraijanal, y remodelar y ampliar el puerto marbellí de La Bajadilla. Las reuniones parecían fructíferas, pero el primer año del jeque los proyectos avanzaron poco o nada. Los eternos trámites administrativos adormecían las ganas del jeque de seguir empujando. El peculiar enclave de Arraijanal debía acoger una gran academia, pero la Junta quería proteger ciertas zonas. Con tiras y aflojas, poco a poco fue tomando forma el proyecto, pero las licencias aún no han llegado. Esta semana el Ayuntamiento ya ha terminado de expropiar todo el suelo. En cuanto a La Bajadilla, tras hacerse con el concurso de adjudicación, los plazos para presentar proyectos y documentos administrativos, fianzas y demás requisitos legales pasaban sin que ni el jeque ni sus sociedades hicieran nada por que no quedaran desiertos. La Junta empezó a sancionar al primo del exmonarca catarí, cada con más fuerza, pero nada hacía posible que el proyecto se hiciera realidad. Incluso, el Gobierno le dio un mazazo al negarse a que se levantase un hotel de lujo justo al lado del mar en el nuevo puerto, lo que cabreó mucho al jeque y los suyos pues no podían rentabilizar su inversión.

Las aguas se desbordaron en junio de 2013, tras tres años de inversión sostenida en el ámbito deportivo que llevó al Málaga Club de Fútbol a la Champions. Moayad Shatat, vicepresidente del club, emitió un comunicado atacando a las instituciones malagueñas por las «trabas» puestas al proyecto de La Bajadilla, o por el hecho de que no se le vendiera el estadio, pero, por otro lado, los políticos sí disfrutaban con los éxitos deportivos. «No hemos recibido apoyo. Por el contrario, sí han compartido el éxito deportivo», decían. Las administraciones malagueñas, que para ponerse de acuerdo en algo tardan meses, emitieron un comunicado conjunto en el que le decían que usaba la Rosaleda por la cara, y no pagando un canon de 700.000 euros como él había asegurado, y que no podían vendérselo porque el campo de fútbol era de los malagueños. En cuanto a la ciudad deportiva de Arraijanal, aseguraban las instituciones que ni siquiera había presentado el proyecto de Academia, y por tanto éstas no se podían autorizar. Aún así, le tendían la mano para dialogar. El jeque se ha dejado querer. Vino para que le inauguraran una rotonda que el periodo electoral aguó y advirtió de que en días tomaría una decisión. Ayer lo hizo, primero comunicó que dejaría el Málaga y horas más tarde matizó que dejaría la ciudad, no el club, provocando una cascada de reacciones por su poca claridad.