Si para muchos enamorarse es una bonita forma de enloquecer, casarse debería considerarse una romántica condena para toda la vida.

Históricamente los enlaces matrimoniales han sido un momento clave en la vida de la pareja y para cada uno de sus componentes. Un acto muy reconocido en todas las culturas y civilizaciones que responde a diversos ritos y costumbres, según el origen de sus protagonistas, pero con el mismo objetivo: dar el sí, quiero hasta el fin de sus días. O no.

Un repaso por la historia para ver en qué ha variado este paso muestra que uno de los grandes avances es que en gran parte del mundo las parejas se casan porque lo desean. Las separaciones, tan al día como las uniones, otro de los grandes cambios. Sin embargo, la celebración y exaltación del momento sigue vigente aunque desde hace años hay una corriente que rompe con los tópicos.

Las bodas ya no la preparan las suegras, ni se hacen para contentar solo a los invitados, los novios tienen un papel crucial no solo por ser los protagonistas del encuentro, sino porque se hace como ellos quieren.

Vestirse es otro de los momentos que ha sufrido una transformación. Ahora hay una amplia variedad de vestidos para ellas. La moda en torno a este rito es muy variado y, lo que más importa para muchas, con posibilidades para todos los bolsillos.

Si antes no había techo a la hora de vestirse de blanco ahora sí que existe un presupuesto que acota las posibilidades.

El blanco inmaculado es una opción más pero no la única. El blanco roto, blanco piedra, beige e incluso el color es tendencia desde hace unos años.

Silvia Melero es la cara visible de La Gioconda, una tienda especialidad en trajes de boda y fiesta que arrancó en 2007 y desde entonces no ha parado de vestir a mujeres de todas las edades para sus ocasiones más especiales.

Con un total de 16 firmas sobre las que mirar y buscar el vestido ideal para cada una asegura que esta temporada se lleva para las novias los tejidos naturales con tules de algodón y aquellos que tienen una caída vaporosa. Lo vintage está de moda.

Los tules de seda también son un reclamo para muchas y el blanco compite con una amplia paleta de tonalidades e incluso colores.

Las más clásicas también encuentran opciones en el mercado y las faldas voluminosas vuelven a estar presentes este año.

Si años atrás han llegado a tener vestidos de hasta 9.000 euros de firma, las cosas han cambiado. Ahora una novia encuentra un vestido sencillo desde 299 euros y el precio más elevado es 3.900 en el establecimiento. El límite por arriba no existe. Solo es cuestión de pedir y probar.

En la actualidad se estila lo sencillo, los vestidos con un corte básico a los que muchas le incorporan fajines o detalles en color para marcar la diferencia. Los tonos verdes, rosas o azules son algunas de las posibilidades aunque hay para todos los gustos.

El presupuesto manda pero lo habitual es que la novia salga vestida al completo por entre 1.500 y 2.000 euros.

¿Y ellos?

Muchos piensan que han pasado los años y el hombre continua fiel a su traje negro pero para ellos las cosas también han cambiado.

Río de Plata lleva más de 80 años en el centro de la ciudad y fue la primera tienda en incorporar trajes de novio, según explica su propietaria Susana Lluch. «Ellos tienen casi más que elegir que ellas», bromea la propietaria. Y es que el chaqué ya puede ser azul, gris y sus diversos tonos o el clásico negro. Los trajes con brillo también están a la orden del día.

La pajarita o el plastrón compiten esta temporada con la clásica corbata de topitos y como los escenarios varían a la hora de celebrar las bodas, que nadie se extrañe al ver un novio de claro en la playa o algún lugar diferente.

Al igual que sucede con ellas, los hombres pueden encontrar una variedad infinita de precios pero lo habitual es que él se vista por unos 700 euros. Quien quiera el traje o los complementos de firma sabe que engruesa el gasto final. Sea como sea cuando uno está vestido toca lo mejor del momento, disfrutar.