­La ya mítica sala cuatro de la Ciudad de la Justicia constató ayer que la vida está llena de contrastes, sobre todo para los protagonistas del saqueo sistemático de Marbella durante la década pasada, y entre ellos para uno de sus grandes protagonistas, el exregidor Julián Muñoz. Su imagen distó ayer mucho de la que ofreció en juicios como los de Minutas, Pantoja o Malaya, siempre impecablemente vestido y negando cualquier culpabilidad. Así, el exalcalde pidió que lo dispensaran de acudir a las 25 sesiones del juicio del caso Fergocon, salvo hoy, que tendrá que declarar. La otrora mano derecha de Jesús Gil le dijo al presidente y ponente del tribunal, Pedro Molero: «Señoría, es que no lo voy a poder aguantar», y esa frase se convirtió en una súplica contra la que no se opusieron ni Marbella ni el fiscal Anticorrupción.

La imagen que presentaba ayer Muñoz fue objeto de comentarios entre periodistas, acusados y abogados: muy delgado, sin afeitar y vestido con los pantalones de un chándal y una camisa negros; incluso, debió enjugarse la cara en varias ocasiones con un pañuelo. El contraste con apariciones judiciales anteriores era evidente. «Hay días en que me sacan también al hospital, hay días de descanso en la cárcel, no de descanso, sino el trasiego de ir y venir... te levantan a las seis de la mañana...», le explicó a Molero no sin dificultad y parones en su reflexión.

Otra muestra de su extrema debilidad fue la promesa de que hoy reconocería los hechos. Se juega once años de cárcel, y suma penas por otros catorce que cumple desde abril de 2013, cuando entró en prisión y sus hijas debieron comprarle ropa en un centro comercial cercano a toda prisa porque no se esperaba su reingreso en Alhaurín de la Torre. Fue al final del caso Pantoja. Por entonces, aún era habitual verlo echarse un cigarro a las puertas de la Ciudad de la Justicia, mientras sus exparejas en los años de vino y rosas, Maite Zaldívar e Isabel Pantoja, evitaban mirarlo a la cara.

Antes, estuvo en prisión desde julio de 2006, cuando fue detenido por el caso Malaya, hasta 2009, para penar los numerosos procedimientos urbanísticos que arrastraba. Ya entonces sufrió una angina de pecho, y este verano los rumores de problemas graves de salud acabaron con la concesión de un tercer grado que revocó hace una semana la Audiencia Provincial. La Sección Tercera, que enjuició Minutas, reconoció que tiene varias patologías graves e incurables, pero su estado no es terminal, por lo que podría seguir delinquiendo y blanqueando bolsas ocultas de dinero.

Se ha hablado de hipertensión, diabetes y de los problemas circulatorios que arrastra debido a su consumo de tabaco durante años, un vicio que ha dejado. Su defensa dijo hace unos días que puede sufrir un infarto o un ictus «en plazo breve», y que su vida está en riesgo. Ya en una vista del caso Malaya, en el verano de 2006, Saavedra habló de un infarto silente.

Ayer, el hombre que dijo un día que firmaba convenios urbanísticos en los capós de los coches, el tipo que echó a Roca de la Gerencia de Urbanismo, el exregidor que se enfrentó a Gil, el que acudió a su moción de censura de la mano de Pantoja, fue una sombra de sí mismo, un cambio radical como el que ha sufrido Marbella.