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El cuadro de Málaga y la batalla en Santo Domingo

El cuadro de Málaga y la batalla en Santo Domingo

Los dignatarios extranjeros avanzaban con paso inseguro, todavía zarandeados por el movimiento de la diligencia y de la larga travesía. Fray Alonso de Santo Tomás les precedía, a veces sujetándose su propio hábito y señalando con un gesto reverencial al fondo del vestíbulo. Allí, a apenas unos metros del pórtico de Santo Domingo, permaneció durante siglos la que está considerada como una de los pinturas más minuciosas de la batalla de Lepanto. Un cuatro que se despliega con hechuras de novela, pródigo en detalles, y al que el religioso, hijo ilegítimo de Felipe IV y posterior obispo de Málaga, se refería delante de los invitados para apelar al espíritu de la unión cristiana.

La obra fue encontrada por el que fuera responsable del Museo Naval de Madrid, el historiador y almirante Ignacio González-Aller, quien encomendó su estudio a la empresa Nerea, poniendo en marcha una maquinaria de investigación en la que intervinieron nombres como Marion Reder, Pedro Oliva, Ana Ros o Marina Romero. El trabajo se estructuró en torno a dos frentes: la recreación de la batalla y una anomalía que durante décadas sembró el desconcierto, la presencia de una ciudad al fondo que claramente se identifica en la actualidad como Málaga. Sin autoría ni datación reconocible, los estudios sitúan la pintura, de grandes proporciones, en la órbita de la escuela sevillana y malagueña del siglo XVII.

La ligazón con Málaga, en cualquier caso, es indudable. En el cuadro se distingue el perfil de La Coracha, el Llano del Arenal, el desaparecido Castillo de los Genoveses e, incluso, una procesión, la de la virgen del Rosario, entonces patrona de los mares. A Javier Noriega, de Nerea, no le quedan dudas. El autor, con independencia de su origen, era un consumado conocedor de la ciencia náutica y del desarrollo de la contienda. Juan de Austria aparece con su toisón de oro, los barcos, al contrario que en otros trabajos, portan banderas de diferentes naciones e, incluso, las toldas se muestran arriadas, demostrando fidelidad a la posición necesariamente de repliegue que adquirían en las batallas. La pintura, en este caso, es un prodigio; no escatima, siquiera, en el reconocimiento de personajes como Pío V, que recoge la bendición de las manos de un ángel. Todo un tratado desde Santo Domingo.

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