­Es muy difícil que se vuelva a repetir una clase tan didáctica como la que se improvisó ayer en el último pleno de la Diputación correspondiente al 2016. Las gracias hay que dárselas a un centenar de bomberos pertenecientes al consorcio provincial, que dieron una lección descriptiva del porqué algunos políticos cuentan con una imagen pública consolidada, y porque es casi imposible que pueda emerger, al menos desde esta institución, un liderazgo potente al margen del tradicional bipartidismo que representan por estas latitudes Elías Bendodo y Francisco Conejo. Llenaron estos bomberos el graderío del salón de plenos motivados por la esperanza de que se resuelvan las estrecheces presupuestarias imperantes en el cuerpo, y que habrían llevado al consorcio a adeudarle nóminas a sus trabajadores por el valor de 600.000 euros. Un síndrome muy común entre los periodistas se basa en confundir la propia realidad con la de los demás, y pensar que por defecto los días de las personas normales transitan por ese estado primitivo que se comienza escuchando informativos en la radio y se acaba destripando hasta el último mensaje lanzado por algún político de turno. En este contexto, no tuvieron desperdicio las conversaciones que mantenían los bomberos instalados en el graderío, algunos de ellos ataviados con sus cascos en señal de protesta. Por mucho que se esforzaron, exceptuando a los representantes sindicales, la gran mayoría no fue capaz de ponerle cara a ninguno de los diputados que estaban en posesión del turno de palabra. «¿Ese es de Podemos?» o «¿cuándo habla el del PSOE?», fueron algunas de las exclamaciones más representativas. En general, fue un grupo, como se le presupone a los bomberos, dado a lo pragmático, y que no pareció muy ideologizado.

En la sucesión de los hechos, el pleno monográfico inicial, proyectado para despachar el tema de los presupuestos, comenzó con un desglose de cifras y porcentajes que tanto gusta explicar con grandes solemnidades. A pesar de ello, después de aproximadamente hora y media de pleno, los bomberos tuvieron tiempo más que suficiente para comprobar que existen, al menos, cinco tipos de torturas chinas más gratificantes que los debates plenarios. Tras los recesos habituales y algún que otro problema con el sonido, Rosa Galindo, Guzmán Ahumada y Gonzalo Sichar fueron desfilando para modular sus críticas sin grandes fuegos de artificio. Los móviles del aburrimiento afloraron.

Los frutos del enfrentamiento

Todo cambió, sin embargo, cuando tomó la palabra el portavoz socialista. Había avisado a lo largo de la semana de que eso del consenso al que tanto aspira Bendodo no va mucho con él. Utilizó a los Reyes de Oriente como figura metafórica para atizarle al resto de grupos en la oposición: «El presidente no ha tenido que esperar a los Reyes para que le traigan su regalo. Tres abstenciones de la mano de dos reyes y una reina, aunque dos se proclamen republicanos». Omnipresente en su discurso las supuestas ambiciones de Bendodo para desbancar a De la Torre, braceó, gesticuló y lanzó acusaciones a diestro y siniestro. «Señor Bendodo, usted no es un delfín, es un tiburón», repitió por enésima vez. No hubo, eso sí, ningún bombero pendiente del móvil, sino esperando la réplica que tenía que venir por alusión. «Si yo soy el lobo como dice, ya sabe lo que hace éste con los conejos», advirtió Bendodo.

Ambos saben utilizarse, el resto no. «El Conejo es del PSOE y el Bendodo es el del PP», concluyó luego un bombero. Una lección valiosa, la de ayer, para los que pretenden retar al status quo.