«Son las personas normales las que hacen cosas extraordinarias». Es la reflexión de Juan Carlos Barroso, gestor territorial de la Fundación La Caixa en Málaga, Jaén y Melilla. O no, quizá es una de una mitad de él. Una parte de este malagueño parece seguir en Quispicanchi (Perú), lugar donde estuvo destinado, hasta hace menos de dos semanas, como voluntario de la Fundación La Caixa, mediante el Programa Cooperantes Caixa.

«Me ha transformado completamente», subraya contundente. Se trata de un voluntariado de corta duración, apenas un mes, cuyo objetivo es mejorar las condiciones de vida en distintos países.

«En este caso éramos cuatro voluntarios, nos dividimos la tarea diferenciando entre la educación financiera y una vertiente social», explica Juan Carlos. «Básicamente, se trata de fortalecer las condiciones de la ciudadanía y mejorar su potencial, y, también, que, cuando nosotros nos vayamos, sean capaces de seguir generando esa riqueza», especifica.

Estos cuatro voluntarios han estado colaborando con la ONG Entreculturas, que trabaja con las comunidades en el cultivo de la papa, la cría de la llama, de cuyes, etc. Barroso destaca también que la búsqueda de líderes es otro de sus cometidos, algo fundamental para que actúen como amplificadores del proyecto y que sea sostenible en el tiempo.

Una experiencia desconocida

«Al principio hay miedo», admite. El mal de altura -más de 3.000 metros-, las vacunas, la precaución a la hora de consumir agua. Y la familia. «Pensaba mucho en mis dos niños. La duración es corta, pero sigue siendo un mes alejado de tu familia y con una comunicación limitada», explica Barroso. Enfatiza en que «el peor miedo es defraudar». «Es un reto aportar lo que sabes en una experiencia así, hay que hacer lo máximo posible en poco tiempo», argumenta.

Tras unos primeros días de adaptación a una realidad totalmente distinta, no había tiempo que perder. «La primera semana es de posicionarte. Algo complicado, ya que es una labor intensa de conocer los recursos con los que trabajan y su forma de vida», relata Juan Carlos. «Había grupos que no hablaban castellano, solo quechua. Aunque alguien traduzca, tienes dudas sobre si captan tu mensaje. Otro ejemplo es su desconfianza en el sistema financiero. No puedes llegar y forzarlos, sino adaptarte y ayudar desde su realidad», aclara.

Otra de las curiosidades del país, y a la vez una oportunidad de negocio, es la cría del cuy, lo que en España conocemos como cobayas. «Allí se comen y es uno de los negocios ganaderos más rentables, pues no requieren de gran espacio ni gran infraestructura y se reproducen y se crían con mucha facilidad y rapidez», explica Barroso. «En ese caso, se puede facilitar ese emprendimiento en familias que nunca han criado cuyes, y es algo fácil y se paga caro, es algo muy valorado», opina.

Una mochila repleta para volver

«Siempre piensas que vas a dejar más de lo que traes, pero mi mochila la llevé cargada de ropa y la traje llena de experiencias. He vuelto con más de lo que dejo. Siempre queda algo positivo, en ti y en ellos».

Es otra de las profundas reflexiones de Juan Carlos Barroso, las que pronuncia a partir de los recuerdos y anécdotas que se lleva para siempre. Los califica de «bonitos», especialmente «cuando bajan la guardia y confían más, pues son algo reservados». «Cuando ya intimas con ellos, te das cuenta de que son gente maravillosa», afirma, sonriente.

No olvidará jamás «esas caras de ilusión», como él dice, esa reacción de los niños cuando se vieron vestidos con la camiseta del Málaga. «Aprovechando nuestro convenio con la Fundación Málaga CF, nos facilitaron camisetas para los jóvenes. Las usaron para jugar un partidillo y, al terminar, les dijimos que eran para ellos», rememora el voluntario.

Con la idea de repetir

Habla de una experiencia que «me ha permitido crecer mucho como persona» y que, «por supuesto», repetiría. No importa el destino, pero afirma que «me gustaría entrar en contacto con otras realidades». Lo tiene claro: «Siempre que pueda optar, aportaré mi granito de arena». «Al final, vuelves valorando lo realmente esencial de la vida», subraya.

Son las memorias de una persona «normal», un trabajador, un padre que echa de menos a sus hijos. Al fin y al cabo, una de esas personas que «hacen cosas extraordinarias».