El autismo es un trastorno de origen biológico y un importante componente genético que afecta a diversas funciones psicológicas de la persona que lo padece: interacción social, comunicación verbal y no verbal, simbolización e imaginación, modos de comportamiento rígidos, inflexibles y estereotipados y unos intereses restringidos y obsesivos. La diversidad en cuanto a capacidades y competencias afectadas es enorme, de ahí la complejidad, primero, de diagnosticar a estos pacientes y, después, de que reciban una atención adecuada. En el ámbito escolar, tienen necesidades educativas especiales. El problema es que, en la mayoría de las ocasiones, estos alumnos son escolarizados en Infantil antes de detectar que sufren autismo.

La Administración señala que hace esfuerzos por que la detección sea cada vez más precoz. La mayoría del alumnado TEA (Trastorno del Espectro Autista) está escolarizado en aulas normalizadas (aproximadamente el 80% en la provincia de Málaga están en clases ordinarias, recibiendo apoyo por especialistas), pero hay alumnado que por sus características y necesidades del trastorno en determinados momentos, o a lo largo de toda su escolarización, necesitan una atención permanente e individualizada para potenciar al máximo el desarrollo de sus capacidades y habilidades y se escolarizan en las aulas específicas.

¿De qué depende que estén escolarizados en un aula normalizada o en un aula específica? La escolarización en un tipo de aula u otra está en función del nivel de gravedad del trastorno, nivel de inteligencia, desarrollo del lenguaje y la asociación o no con otros trastornos. Esto iría en consonancia con las necesidades de apoyo que requieran, según explican fuentes de la Delegación Territorial de Educación.

Clara Hernández tiene dos hijos con TEA de seis y tres años de edad. Hasta este año, la familia ha sufrido un verdadero calvario. Según cuenta, su hijo mayor comenzó su etapa educativa en Infantil en un colegio concertado, sostenido con fondos públicos, al que accedió por estar cerca de su domicilio. Por entonces, según señala, solo tenía diagnosticado un retraso leve del lenguaje. «En cuanto empezara el cole, con todos los estímulos que iba a recibir, arrancaría, según nos habían dicho varios profesionales. Finalmente su evolución no fue la esperada: en 2016 fue diagnosticado de trastorno específico del Lenguaje, para acabar diagnosticado de autismo de alto funcionamiento en 2017, por lo que tiene reconocido un grado de discapacidad del 34%».

Según esta madre, a partir de ese instante, y a pesar de solicitar al centro una atención especializada, el colegio se desentendió de cualquier terapia al no contar con recursos de apoyo ni logopeda. «Ni siquiera llegaron a inscribir a nuestro hijo con necesidades educativas especiales, como habíamos pedido, para poder optar a una beca del Ministerio de Educación. Según nos dicen algunos terapeutas y trabajadores sociales, algunos colegios evitan inscribir a estos alumnos para que no consten y no verse obligados a solicitar una unidad de apoyo a la integración», critica.

«Solo nos decían que nuestro hijo no estaba en el colegio adecuado, porque no tenían profesores de apoyo», recuerda Hernández con gran impotencia. Por lo que la familia empezó a buscar otro colegio, a la vez que «reforzamos el trabajo fuera del colegio e iniciamos una fase de terapia intensiva con nuestro hijo, en la que nos implicamos al máximo para conseguir que alcance el nivel académico y se adapte de la mejor manera posible».

Hernández describe toda esta etapa como «un desierto que tuvimos que atravesar», ya que los centros «no informan correctamente sobre sus carencias», a pesar de que pueden voluntariamente solicitar unidades de apoyo a la integración a la Junta de Andalucía. Y con todo, hasta pasados dos años no pudieron cambiar de colegio. Este pasado mes de septiembre, los dos hermanos obtuvieron plaza en las Teresianas, gracias a un aumento de la ratio en la clase del mayor y los puntos obtenidos por su discapacidad, lo que ha permitido también el acceso de su hermana pequeña. «Aquí el profesorado está muy bien formado y cuentan con un equipo muy potente de orientadora, psicóloga, logopedas en Infantil y en Primaria, hasta terapeutas ocupacionales».

El día a día sigue siendo intenso para esta familia, aunque este curso ya han podido ajustar mucho más las terapias, «porque tienen apoyo en el colegio, al tener plaza NEE asignada». «Los horarios son más adecuados a sus necesidades, pueden comer en casa y luego tenemos nuestras sesiones y nos queda tiempo de tener vida de niño», reconoce.

Los alumnos con TEA escolarizados en centros con equipos especializados reciben la atención y ayudas que requieren según sus dificultades. «En ocasiones es necesaria una adaptación del entorno y de enseñanza de habilidades específicas para su proceso de enseñanza-aprendizaje», destacan en Educación. Esta atención está enfocada a sus dificultades nucleares: el desarrollo de la comunicación social, el juego, sus intereses y comportamiento. Además de realizar adaptaciones en el currículo académico para poder alcanzar las competencias claves y el máximo desarrollo personal y social.

La detección de las dificultades por una parte es progresiva, y por otra es posible que se encuentren casos de diagnósticos no adecuados. «El contexto escolar permite al alumno mostrarse de forma natural y se observan señales que pueden pasar desapercibidos en otros contextos. Es importante una buena valoración temprana no sólo educativa sino también clínica, además de una atención lo más rápida posible para mejorar el pronóstico», explican las fuentes de la Delegación.

Son atendidos por equipos multiprofesionales compuestos por orientadores, logopedas, profesionales técnicos de integración social (PTIS), especialistas en pedagogía terapéutica, etc. En la provincia existe un Equipo de Orientación Educativa Especializado que colabora con todos los centros en la atención al alumnado con Trastorno del Espectro Autista.