El azar está siempre a la vuelta de la esquina, por eso Irene Muñoz González, cuando en una ocasión acudió a la Feria de Málaga, pudo conocer las barcas de jábega y mientras realizaba en la Complutense Conservación y Restauración del Patrimonio Cultural, se dio cuenta de que en realidad debía seguir el camino de la arqueología marítima.

«Es muy interesante y bonito coger un cuadro y restaurarlo pero no es como lo imaginaba. Me gustó la arqueología y decidí buscar un máster de arqueología marítima», explica esta madrileña de 24 años.

Irene tanteó varias posibilidades, desde Francia hasta Australia,y encontró el máster adecuado, de dos años de duración y en inglés, en la Syddansk Universitet de la ciudad danesa de Esbjerg.

«Un punto a favor es que la educación en Dinamarca es gratuita, también el máster. Los daneses tienen otra forma de enseñar: casi no tenía clases, te mandan un montón de lecturas, haces debates en clase y los exámenes son orales», resume.

Y llegó la hora de hacer el trabajo fin de máster. En un principio, explica, iba a hablar de las monedas de la fragata Nuestra Señora de las Mercedes, pero un reputado artículo de James Hornell de 1923 sobre las «barcos con ojos» llamó su atención, precisamente por lo que omitía: «Mencionaba todos los lugares del Mediterráneo (Sicilia, Malta, Grecia...) menos España».

De esta omisión del experto nació The boats of jabega. Rosario y Ana, a case study, su trabajo fin de máster, para el que contó con la estrecha colaboración de Alfonso Sánchez-Guitard de Astilleros Nereo y también con la de Fernando Dols, el dueño de la barca Rosario y Ana, que ha tomado como modelo de estudio. Por el trabajo recibió la máxima nota en Dinamarca: un 12.

Irene Muñoz viajó en tres ocasiones a Málaga para recopilar fotos y fotografiar la Rosario y Ana. En el trabajo aparecen parte de esas fotografías pero también los planos realizados por ella de la barca de jábega, de la que cuenta que su registro documental más antiguo es de 1942, cuando aparece con el nombre de la María Victoria. «Pero la barca puede ser incluso más antigua, de los años 30 quizás», explica.

La investigadora madrileña entra de lleno también en la imagen romántica que rodea a esta embarcación al estar «tan ligada a la cultura malagueña» y que a su juicio no deja percibir bien su humilde finalidad, la pesca, ni a quienes la usaban como instrumento de trabajo, los jabegotes, en los últimos eslabones de la cadena social de la época, otra figura rodeada de un halo romántico.

También cuestiona el origen fenicio de la barca, cuando «no tiene ninguna base histórica sólida para poder confirmarlo, pues son todo conjeturas». «Puede que los fenicios lo trajeran aquí pero también podría haber orígenes distintos, de la misma manera que las pinturas rupestres aparecen en el Mediterráneo en Gran Bretaña: a la gente se le ha ocurrido lo mismo», argumenta.

En la actualidad, colabora con Pablo Portillo y Ramón Crespo en un diccionario de la barca de jábega. De Irene Muñoz es el mérito de haberla conducido hasta aguas danesas.