La Empresa Municipal de Aguas (Emasa) ha elaborado un informe para la Mesa de Proyectos Singulares del Consejo Social de Málaga en el que aborda por qué las periódicas inundaciones que sufre la ciudad suelen ser tan dañinas. Así, considera vital la compañía continuar separando las redes de aguas pluviales de las fecales, algo que ya ocurre en el 55% de la superficie urbana de la capital, mientras que el 45% de la red es unitaria. Queda, por tanto, mucho trabajo por hacer.

«Los Planes Generales de Ordenación Urbana aprobados para Málaga desde los años 80 exigen que las nuevas urbanizaciones de la ciudad se proyecten con redes de aguas fecales y de aguas pluviales. Gracias a ello, aproximadamente el 55% de la superficie urbana de la capital dispone de estas redes separativas», dice Emasa en el estudio.

Antes, explica las ventajas y desventajas de ambas redes. En cuanto a las separativas, considera que «las conducciones encargadas de transportar aguas fecales son independientes de las pluviales y, por tanto, se pueden dimensionar para esos pequeños caudales y pueden conducirse a depuración sin mayores inconvenientes». Las redes exclusivamente pluviales «pueden dirigirse a los ríos, arroyos o al mar para su evacuación. Como principal inconveniente, el aumento de control e inspección que hay que ejercer para evitar conexiones incorrectas de una red a otra».

En cuanto a las unitarias, las conducciones son de mayores dimensiones, «pero están sobredimensionadas en la mayoría de las ocasiones porque sólo conducen, en tiempo seco, las aguas fecales, produciéndose mayores decantaciones de los sólidos transportados en dichas redes». Ello implica más costes de limpieza y mantenimiento. «Además, en los momentos de fuertes lluvias, la capacidad de estas redes no es capaz de conducir todo el agua y ello obliga a disponer de aliviaderos con salida al mar o a los arroyos con la consecuente salida también de sólidos, que son transportados en esos momentos».

Especialmente relevante es para la empresa «el vertido de toallitas que son arrojadas por los ciudadanos al inodoro y, por los problemas de decantación comentados anteriormente, son masivamente arrastradas cuando se producen lluvias y, al llegar a las estaciones de bombeo, provocan importantes atascos en las redes de protección y en las propias bombas», produciéndose vertidos. Ello supone un aumento en los costes de mantenimiento del sistema y un «incalculable costo ambiental».

«La construcción de redes separativas permite paliar los inconvenientes derivados de las precipitaciones intensas con la canalización de las aguas fecales y pluviales por tuberías distintas. Cuando el agua de lluvia fluye por una red independiente libera de ese aporte de caudal a la red unitaria y, por consiguiente, evita que esta se sobrecargue», explican los técnicos que han elaborado el informe. «Al correr por la red general sólo aguas y desechos provenientes del saneamiento, es posible resolver con mayor eficacia las incidencias en sus infraestructuras», aclaran.

Por tanto, además de reducir el riesgo de inundaciones, «las redes separativas facilitan la conservación de la red general de saneamiento, reducen las molestias causadas por los malos olores en el alcantarillado y contribuyen a mejorar el mantenimiento de las estaciones de bombeo y depuración de aguas residuales».

Emasa ha continuado con la transformación de redes unitarias en sistemas separativos. Así, desde 2014 se han realizado más de 50 obras en otros tantos puntos de la ciudad para mejorar la capacidad de drenaje de las zonas, invirtiéndose 1,8 millones de euros. A finales de 2016, también se concluyó la primera fase del nuevo eje de drenaje Dos Hermanas-Muñoz Cerván, suponiendo la construcción de un cajón de pluviales de cinco por dos metros, junto a un nuevo colector de saneamiento (por importe de más de 400.000 euros).

Para 2018, se tiene prevista la ejecución de otras 20 actuaciones con una inversión de 2,2 millones de euros, expone Emasa en el informe, que asegura no tener competencias sobre las redes pluviales de la ciudad y tampoco sobre el mantenimiento de ríos y arroyos. «La principal actividad de Emasa es la gestión del ciclo integral del agua, abarcando el tratamiento y distribución del agua potable, así como la evacuación de las aguas residuales y su depuración». «Este es, precisamente, uno de los puntos en los que quisiéramos poner más énfasis, puesto que percibimos que en ningún organismo o ente recae esta gestión o, al menos, no realiza un mantenimiento y conservación de las redes pluviales y de los ríos o arroyos que discurren por la ciudad. Esto supone un problema sensible puesto que esa falta de gestión de las redes pluviales es, en sí mismo, un riesgo importante de cara a minimizar los efectos negativos de las fuertes lluvias», señala la compañía.

La red de saneamiento de la capital se concibió en su origen como un sistema unitario en el que las aguas procedentes de los desechos orgánicos y el agua de lluvia discurrían por los mismos colectores, lo que supone «un problema, especialmente cuando se producen lluvias torrenciales y la red general se sobrecarga debido al aumento de caudal. Como consecuencia de ello, ese exceso de agua residual puede ocasionar vertidos desde la red de saneamiento a los cauces púbicos».

Río Grande y reforestación

Pero Emasa da más soluciones. Destaca que uno de los puntos más conflictivos en el entorno urbano en relación con las inundaciones es la zona de los polígonos industriales, sobre todo los ubicados en la margen izquierda del Guadalhorce: Santa Teresa, Guadalhorce y la Azucarera. El cauce principal del Guadalhorce está regulado desde hace décadas con el complejo de embalses de El Chorro. Su principal afluente, el río Campanillas, también está regulado gracias a la presa de Casasola. «Estas infraestructuras laminan las avenidas de estos cauces en momentos de fuertes lluvias, regulando el caudal del cauce de forma que impida crecidas e inundaciones aguas abajo», destacan. Así, el gran afluente de la margen derecha, el río Grande, no tiene ningún tipo de regulación, «de manera que, en caso de lluvias importantes, el caudal que conduce desemboca en la parte baja del Valle del Guadalhorce aumentando el riesgo de desbordes e inundaciones». Hay que estudiar un sistema de regulación del río y laminar sus aportes.

En cuanto a los arroyos que atraviesan la ciudad, explica Emasa, en momentos de fuertes lluvias las cuencas presentan fuertes desniveles y pendientes y acarrean sedimentos que, al llegar a la ciudad y confundirse con el sistema de drenaje de la misma, provocan atoros y el consecuente desborde e inundaciones. Por ello, hay que insistir en programas de reforestación y consolidación de laderas para minimizar los efectos de arrastre y erosión de las lluvias. Asimismo, la instalación, conservación y mantenimiento de «trampas de acarreo y rejas en el inicio del recorrido de estos arroyos por zona urbana se nos presenta como una de las actuaciones que hay que acometer, ya que permitiría la retención de áridos, grandes sólidos, restos de vegetación, etcétera... y se evitaría su entrada en los colectores y embovedados de la ciudad».