Las denuncias por el consumo de bebidas alcohólicas en los espacios públicos no autorizados ha caído de forma importante en los últimos años debido a la mayor presión de la Policía Local en los tradiciones espacios del Centro Histórico en los que se suele hacer botellón. Así, la cifra de denuncias en 2017 fue de 1.622, mientras que en 2018 la cifra fue de 1.313, según los datos aportados por el cuerpo municipal, lo que supone una caída del 19,06%.

Fuentes de la Policía Local achacan esta tendencia a la baja, registrada en los dos últimos años, a los dispositivos que se realizan cada fin de semana o en fechas señaladas para acabar con el botellón o el consumo de alcohol en la calle, algo prohibido por la Ordenanza de Convivencia Ciudadana. «Es parecido a las campañas que se hicieron para que todos los motoristas llevaran cascos; si los dejas, muchos no lo llevan, pero al perseguir esta conducta durante un tiempo es prácticamente imposible ver hoy a alguien sin casco. Lo mismo ocurre con esto. Ahora, los botellones se hacen en garajes, locales o pisos», explican las fuentes consultadas, que añaden que se hace una gran presión sobre los establecimientos que expenden alcohol fuera del horario establecido. «Nos llegamos a posicionar delante de ellos», subrayan las fuentes consultadas.

Fruto de este acoso, por ejemplo, fueron las seis denuncias impuestas a pub o discotecas por permitir el consumo de bebidas a menores en 2018; o las once que se impusieron por vender bebidas a menores en el mismo ejercicio. En 2017, se impusieron ocho denuncias por la primera de las prácticas y diez por la segunda. En 2019, en concreto en el periodo comprendido entre el 1 de enero y el 5 de marzo, se impusieron 59 denuncias por consumir alcohol en los espacios públicos no autorizados.

El Grupo de Investigación y Protección (GIP) de la Policía Local envió 49 cartas a padres de menores cazados consumiendo bebidas alcohólicas en espacios públicos no autorizados en 2017, una cifra que crece hasta las 69 en 2018 y que en lo que va de año se sitúa en las ocho misivas. Para el consumo juvenil, existe un servicio específico en el GIP, que se hace las noches de los fines de semana y otras señaladas y en el que los agentes van sin uniforme. «Se hacen presente en los lugares en los que suelen consumir los menores; no se los esperan, pero no actúan mal cuando los ven aparecer; se les identifica y se les sanciona, además de advertirles de las consecuencias del consumo de alcohol. No suele haber altercados en este tipo de intervenciones». Hay un matiz: la Policía Local envía más cartas, pero estas son las remitidas por el GIP, que se encarga específicamente de esta tarea, por lo que el número es mayor. Los jóvenes multados, salvo una pequeña parte de ellos, no suelen reincidir. «Cuando hay posibilidad, avisamos a los padres por teléfono, aunque luego se les envíe una carta. Suelen agradecer el gesto». Ello depende, explican, de la cercanía del domicilio, que el chico o chica no estén identificados porque van sin DNI o porque, simplemente, están muy afectados por la ingesta. Los padres reaccionan de distinta forma, aunque la postura más repetida es la de reprender al menor por beber demasiado, aunque hay algunos padres y madres que ya saben lo que estaba ocurriendo y un reducido grupo que prefiere no conocer lo que ocurre.

La carta que se envía informa de la fecha, hora y la calle en la que se produjo la denuncia, de la identidad del menor sorprendido bebiendo. Y sigue: "De conformidad con la legalidad vigente, y en concordancia con la Ley 4/97, sobre venta y suministro a menores, se procede a denunciar al establecimiento...». «No obstante, permítame que le recuerde que el consumo de bebidas alcohólicas puede producir en su hijo/a menor efectos nocivos, tanto físicos como psíquicos, por lo que le rogaría que adopte las medidas que considere convenientes», acaba.