Los antiguos romanos señalaban con piedras blancas los días buenos y los que habían resultado más malos que un dolor, con piedras negras.

Por desgracia, habría que señalar con una piedra negra -si fuera posible del tamaño del Peñón del Cuervo- el aciago día de julio de 2012 en el que el Ayuntamiento de Málaga, en la avenida de Ortega y Gasset.

La Sociedad Estatal de Infraestructuras y Equipamientos Penitenciarios no es consciente de lo que hizo, salvo deshacerse de un muerto. Con la entrega a nuestro Consistorio, la desidia ha seguido reinando en la antigua cárcel. Sólo hay que fijarse en el pasotismo con el que, desde 2012, nuestro Consistorio mantiene en pésimas condiciones la fachada principal, que un día nos dará un disgusto.

Da la impresión de que ningún candidato ha pasado estas elecciones por la puerta de la cárcel, porque hasta un niño caería en la cuenta del alarmante estado de la verja: está cediendo en dos tramos por el peso de sendas buganvillas, del tamaño de la piedra que trató de arrollar a Indiana Jones al comienzo de la saga. Como consecuencia, han inclinado la verja y fracturado la piedra y el ladrillo en el que se asientan.

Un examen ocular, que de nuevo podría realizar hasta un niño, llevaría a la conclusión de que una de las bungavillas ocupa de forma exagerada el patio delantero de la antigua prisión, porque hace más de un año que ningún funcionario municipal se preocupa de ellas.

Como resultado de este aflojamiento de la voluntad, habrá que aflojar dinero para enderezar y consolidar las verjas, que con toda seguridad no saldrá del bolsillo de nuestros cargos públicos.

Mientras el Ayuntamiento decide qué hacer con la cárcel y le promete un brillante futuro cultural, se olvida del presente, de mandar un jardinero de vez en cuando, sobre todo ahora que estamos en el mes de la siega («En junio, la hoz en puño», dice el refrán), para segar el mar de matojos secos de la prisión, para retirar las sillas voleadas por mamíferos bípedos como usted y como yo pero con malos modales, para recoger el mar de latas que, siguiendo una lamentable tradición, se acumulan al arrullo de tertulias callejeras en el lateral de la calle Virgen del Pilar.

También podría recoger las latas de comida para gatos y recipientes con el que malagueños de buena voluntad alimentan a los mininos que pululan por allí.

Pero con el Ayuntamiento y la cárcel poco se puede hacer, salvo esperar que la vieja prisión se reconvierta ya en un contenedor cultural o incluso portuario. Como muestra, un botón: durante el rodaje de la famosa serie Black Mirror la fachada siguió luciendo hecha unos zorros.

Lo dicho, una piedra negra como la Catedral de Burgos. A qué lumbreras se le ocurriría darle la vieja prisión al Ayuntamiento de Málaga.