Una viejísima fotografía, conservada por el coleccionista de Ciudad Jardín Francisco García, nos muestra una diligencia por la Cortina del Muelle que emprendía su viaje a Vélez, y al fondo, los edificios militares que había al pie de la Coracha y que fueron demolidos hacia 1905.

La diligencia, aparte de ser una inolvidable película de John Ford, era el diligente medio de transporte de muchos malagueños nacidos antes del siglo XX. De esos tiempos en los que además de diligencias había carruajes, berlinas, landós y tílburis sólo nos han quedado en las calles de Málaga los coches de caballos, considerados, y dan fe de ello sus tempranas matrículas, los primeros taxis de la ciudad.

El siglo XXI no le está sentado nada bien a este medio de transporte. En los últimos 20 años las quejas de vecinos y cocheros han sido continuas.

Los vecinos de Teatinos, por considerar que las cocheras instaladas junto a la calle Mesonero Romanos son ilegales y no cumplen las mínimas condiciones higiénicas; los cocheros, porque quieren seguir ofreciendo este servicio tradicional en buenas condiciones y se niegan a 'trasponer' con sus caballos donde Franco perdió el mechero, que era donde quería instalarles el Ayuntamiento como alternativa a Teatinos (¿alguien se acuerda del proyecto de la Ciudad del Caballo?).

Mientras tanto, amantes de los animales se preocupan por el estado de los caballos, al tiempo que los cocheros recuerdan que los cuidan más que a nada en el mundo porque es su medio de vida.

Estos días, por cierto, pueden verse algunos caballos resguardados por lonas junto a la plaza de la Marina, para protegerse del sol veraniego. En todo caso, cuadrar el círculo y conseguir que los cocheros, los amantes de los animales y los vecinos estén contentos es algo que nuestro Consistorio no ha logrado todavía.

En la actualidad, el servicio se presta en su mayoría en la acera oeste del Parque, frente al Palmeral de las Sorpresas. Se trata de un cuello de botella gracias a una acera estrecha y a un semáforo antediluviano que separa la ciudad del Puerto, lo que provoca aglomeraciones.

En este lateral los caballos están a la sombra, pero si se fijan en un detalle un poco escabroso, verán que allí funciona a las mil maravillas la erosión del asfalto, porque las pezuñas de los animales golpean el suelo y poco a poco, como quien cava un túnel con una cuchara, el asfalto va cediendo y se forman huecos bajo los animalitos.

Añadan ahora que los caballos orinan y el pipí se acumula en los huecos abiertos. Tendrán que estar muy pendientes los cocheros de estas sueltas y usar mucha agua para eliminar al momento el 'agüita amarilla'. En caso contrario, vendrán los malos olores en un sitio de mucho tránsito. Cuadrar el círculo: el reto pendiente.