Puede que usted, al ver las noticias, piense que eso de la España vaciada sólo afecta a Teruel, Cuenca (dos ejemplos repetidos hasta la saciedad por los sociólogos y demógrafos) y a las dos Castillas, pero lo cierto es que es un fenómeno endémico de todo el país, que se acentúa más en el interior, pero que también muestra su cara, por ejemplo, en la provincia de Málaga. En las últimas dos décadas, las que van desde finales del siglo XX -1998-, hasta ya bien entrado el siglo XXI -2018-, cuatro de cada diez municipios malagueños (39 de los 103) han perdido población en unas caídas del censo que van desde unas pocas decenas a miles de residentes, según los datos INE recabados y analizados por este periódico, lo que indica que existe una Málaga vaciada.

La comarca más afectada es la Serranía de Ronda-Valle del Genal con los siguientes 16 municipios: Algatocín, Alpandeire, Benadalid, Benalauría, Benaoján, El Burgo, Cartajima, Cortes de la Frontera, Cuevas del Becerro, Gaucín, Genalguacil, Igualeja, Jimera de Líbar, Montejaque y Pujerra. Estos pueblos son los que se encuentran en el interior de la comarca, las comunicaciones entre ellos y con el resto de la provincia son muy mejorables. De ahí que se pida insistentemente una autovía a Ronda, que la Junta ya tiene, al menos, en mente. Le sigue la Axarquía con nueve pueblos: Alfarnate, Alfarnatejo, Almáchar, Arenas, El Borge, Canillas de Aceituno, Comares, Periana y Salares. Después se sitúa Antequera con Almargen, Almogía, Cañete la Real, Cuevas Bajas, Cuevas de San Marcos, Teba, Valle de Abdalajís y Villanueva del Rosario (ocho). Cierra esta lista el Valle del GuadalhorceAlozaina, Ardales, Carratraca, Casarabonela, Tolox y Yunquera.

¿Por qué se produce esta despoblación a lo largo de las dos últimas décadas? A las especificidades de cada comarca hay que unir los factores que unifican este fenómeno demográfico. Esas dos décadas están transidas del boom del ladrillo, desde finales de los noventa a 2008, y por la crisis económica que sumió al país en un maremoto financiero que se cebó, sobre todo, con las clases medidas, destruyendo empleos y provocando desahucios. Durante los días de vino y rosas, muchos jóvenes hicieron el petate en sus pueblos y se marcharon a la capital, a las cabeceras de comarca o a la Costa del Sol, sobre todo a la Occidental, para trabajar en la construcción o la hostelería y allí se quedaron. En muchos pueblos, la alternativa a esos sectores es únicamente el campo, una actividad más dura y sacrificada, por lo que las lógicas expectativas vitales de mejora propiciaron esa emigración intraprovincial (también vinieron muchos de otras zonas de Andalucía, España y extranjeros, sobre todo de Sudamérica y Marruecos, atraídos por el empleo).

A ello se une que muchos jóvenes se marcharon para estudiar y ese éxodo poblacional lleva aparejado un envejecimiento de los residentes en los pueblos, un problema con muchas aristas, desde la sanitaria a la económica pasando por las posibilidades del pueblo de sobrevivir como entidad política.

Luego están las especificidades de cada comarca con algunas características comunes: en cada comarca, los pueblos más afectados son los del interior, los peor comunicados y con menos alternativas al campo. En algunas de ellas hay dos velocidades, dos caras, dos realidades: en la Axarquía, por ejemplo, pierden los municipios del interior, pero los de la Costa y los inmediatamente cercanos al litoral se benefician del turismo residencial de alemanes y británicos y suben población (Torrox o Nerja). En Antequera, tanto la ciudad del Torcal o Archidona se mantienen en cifras más o menos estables, pero pierden otros municipios del interior. En el Guadalhorce, pueblos que se han convertido en dormitorio de Málaga, es decir, muchos malagueños viven en ellos y acuden desde allí a sus trabajos, han ganado mucha población (Alhaurín de la Torre ha crecido en esos 20 años desde los 19.000 a los 39.000 habitantes, un caso parecido al de Rincón de la Victoria en la Axarquía, pasando de 20.000 a 46.000 habitantes). Los más alejados de la capital son los que más vecinos pierden.

Crecimiento

La otra realidad, la otra velocidad, la otra cara, es la de la fachada litoral, tanto Occidental como Oriental, beneficiadas ambas por el turismo residencial y la afluencia de extranjeros y nacionales en busca de oportunidades laborales en el turismo y la construcción, de nuevo, una vez superada la crisis económica, aunque hay otros sectores pujantes (profesiones liberales o la tecnología). Por ejemplo, Torremolinos pasa de 37.000 a 68.000 habitantes, Estepona Fuengirola de 44.000 a 75.000 y Marbella, segunda ciudad de la provincia, desde los 98.000 a los 141.000.

A nivel provincial, el crecimiento entre el 98 y 2018 ha sido de 401.019 habitantes, hasta los 1,64 millones, es decir, ha subido una cuarta parte, gracias al turismo residencial y a las oportunidades laborales y económicas de la franja costera. Y eso es la población censada, porque la flotante, que viene en verano, es mucho mayor.

Frente a la carestía de servicios básicos en los pueblos que pierden población (en los últimos años han perdido, por ejemplo, oficinas bancarias muchos municipios y hay dos decenas de pueblos, sobre todo en Ronda y la Axarquía, sin ellas) y la falta de comunicaciones o el mal acceso a internet, algo vital, por ejemplo, para el autoempleo, en la Costa del Sol, desde Manilva a Nerja, los servicios básicos están saturados, desde la sanidad a la educación pasando por la justicia, las plantillas policiales están infradotadas y se habla abiertamente ya de fomentar políticas de sostenibilidad ambiental en el territorio para no seguir saturando las infraestructuras, como las autovías (la A-7 se ha quedado ya antigua), las desaladoras y depuradoras o el consumo de recursos tan necesarios como el agua. La Diputación y la Junta, por ejemplo, trabajan ya en políticas para evitar la despoblación.