En estos días de Fitur, la Feria Internacional del Turismo de Madrid, hay que evocar la triada publicitaria que todo pueblo o ciudad de España ha tomado como propia en mil y un folletos de propaganda institucional desde hace décadas. Porque, ¿qué modesta pedanía de la Península Ibérica no es una 'tierra de contrastes', un 'crisol de culturas' y una 'encrucijada de caminos'? (en este último punto, si acaso Finisterre y las islas Chafarinas).

Pero lo cierto es que en Málaga capital hace tiempo que dejamos atrás esos lugares comunes de la publicidad turística, aún a sabiendas de vivir en una acrisolada ciudad de contrastes, amén de encrucijada de autovías.

Por contra, nuestros museos son la verdadera tarjeta de presentación de la ciudad, desde la inauguración del Museo Picasso en adelante. Además, quién sabe si los malagueños del siglo XXII no disfrutarán por fin de algún tipo de oferta museística en el antiguo convento de La Trinidad porque, hasta la fecha, el uso final que tendrá sigue cambiando más que los precios.

Pero hay otro elemento autóctono de gran potencialidad, que incluso podría estudiarse como futura disciplina olímpica, pese a que nuestros políticos no lo valoren lo suficiente.

Estamos hablando del voleo de la basura, una longeva tradición malaguita que los físicos justifican porque a algunos de nuestros convecinos parece que les 'quema' la basura en las manos y optan por desprenderse de ella de la forma más rápida, en lugar de conducirla al redil del contenedor.

El voleo implica, eso sí, un lanzamiento, un desplazamiento por el aire y una precisión con el objetivo de depositar el bulto, bien sea en un solar con el dueño desprevenido, bien en cualquier rincón sin vigilancia adecuada.

Durante muchos años esta práctica fue seguida por una minoría de vecinos en las proximidades de los contenedores de basura de la calle Genoveses, la que asciende el cerro de Monte Pavero.

En lugar de depositar la basura en los contenedores, estos deportistas optaban por volearla para que se despanzurrara loma abajo. Precisamente, en una zona ajardinada por nuestro Ayuntamiento que da a la avenida de Valle-Inclán.

Suponemos que con el fin de que la basura no termine colándose por la ventanilla de un coche, el Consistorio ha colocado un murete junto a los contenedores y vallado el límite de la calle Genoveses con el jardín, así que la basura ya se espurrea bastante menos, aunque algunos fans del voleo sigan lanzándola por encima con gran éxito.

Viendo estas medidas de seguridad, recuerdan a las mallas que en las competiciones se colocan detrás de los lanzadores de peso y martillo.

Lo dicho, el voleo malaguita de basura habría que sacarlo de los calles e introducirlo donde se merece: en un estadio olímpico. A promocionarlo toca.