Cuenta el profesor jubilado Miguel Ángel Delgado, veterano del Colegio del Palo, uno de los malagueños que mejor conoce el Monte San Antón, que de chico, una de las pruebas que realizaban en los años 50 los niños del Palo era superar el reto de subir de noche al monte, conocido también en Málaga como el de las dos tetas, por el relieve evidente de sus dos principales picos (el tercero, en realidad, es una pequeña loma).

Al parecer, para constatar la superación del ritual, en la cima se colocaba un niño, que con una linterna daba señales de que el que fuera había llegado a la meta.

Realizaban la prueba pequeños de siete u ocho años, así que ríanse de los Juegos del Hambre o de la Isla de Supervivientes; en esta última, por cierto, al anochecer hay cámaras con visión nocturna para que los telespectadores puedan seguir cotilleando en la oscuridad, así que poco meritorio es.

Y entre los varios pozos que podemos encontrar en el entorno del San Antón, el profesor Miguel Ángel recuerda que uno de los más importantes es el que se encuentra en el collado o depresión entre los dos picos, de unos 20 metros de profundidad. De adolescente, por cierto, intentó con varios amigos y con la ayuda de una espuerta o cesta de esparto, vaciarlo de piedras para ver qué podía ocultar en su interior.

Fueron varias jornadas de trabajo arriesgadas, pues con la espuerta iban izando y sacando los 'ñoscos' a la superficie.

Al final, la tarea se volvió imposible, además de peligrosa, por el riesgo de que en la operación una piedra cayera sobre la persona que trajinaba dentro del pozo. Como casi había tantas piedras como arenas en la playa, el grupo de muchachos desistió y dejó este trabajo para Hércules, si es que algún día el héroe se anima con el reto decimotercero.

Este recuerdo evidencia, claro está, la peligrosidad del pozo, que se ha tirado muchos años desprovisto de cualquier tipo de cubierta de protección, en un sitio de mucho paso de excursionistas. De hecho, no hay año en el que no suban cinco o seis colegios, aparte de familias con niños pequeños, que también abundan.

Por eso, ha sido una alegría para esta sección comprobar el mes pasado que el pozo ha sido cubierto con una reja. Además, para dejar constancia de su emplazamiento, un cartel próximo, de color amarillo 'procés' bien chillón, advierte del peligro.

Queda así neutralizado en buena parte un riesgo serio de acabar bastante mal. Después de la tragedia que le ocurrió hace un año al pequeño Julen en las alturas de Totalán, hay que acabar con estos peligros evidentes en mitad del campo.

En la misma línea, y tras las denuncias reiteradas de los vecinos de Carlinda, finalmente quedó tapado, en el arroyo del Cuarto, un gran orificio junto al colector, que era zona de juegos de muchos niños del barrio. Felicidades por estas dos iniciativas.