Del italiano 'pergola' y este a su vez del latín 'pergula', que significa balcón o galería, proviene nuestra palabra 'pérgola' que según aclara la Real Academia de la Lengua Española, en su primera acepción es un «armazón para sostener una planta».

Las dos acepciones, la del armazón pero también la latina de galería, pueden apreciarse con toda belleza en la pérgola cenador que desde los lejanos tiempos de Jorge Loring y Amalia Heredia, sostiene las prodigiosas glicinias de La Concepción.

Hay una foto muy hermosa, procedente del Legado Silvela que puede encontrarse en el libro 'La Concepción. Testigo del tiempo', del añorado profesor Pancho García Gómez, en la que un camarero sirve el almuerzo a los miembros de la familia Loring-Heredia, repartidos en dos mesas. La glicinia ya exhibe todo su poderío, aunque no hay visos de que haya comenzado a retorcer como un Sansón las columnas del cenador de hierro, que hoy casi se han fusionado con la planta.

Como saben quienes siguen esta crónica, en muchas ocasiones nuestro Ayuntamiento ha declinado seguir el ejemplo de una de las pérgolas más bonitas y veteranas de España y, como si quisiera castigar a los futuros usuarios de sus plazas, parques y jardines, ha llenado Málaga de pérgolas mondas y lirondas, vacías de contenido.

Además de lo absurdo de la medida, tenemos el gasto público en unos equipamientos que no cumplen su sencillo y bonito cometido: proporcionar sombra gracias a un techo de plantas.

En fin, que en nuestra ciudad abundan las pérgolas que recuerdan a esos paraguas chamuscados tras la caída de un rayo sobre un personaje de dibujos animados, y del que sólo quedan los hierros.

No fue iniciativa municipal sino de la constructora de turno, la que plantó varias pérgolas vacías en el centro del Parque de María Luisa, en la Carretera de Cádiz.

La semana pasada el autor de estas líneas acompañó a representantes de la federación vecinal Solidaridad y a los concejales de la Carretera de Cádiz, Luis Verde, y Medio Ambiente, Gemma del Corral, en un paseo por este parque.

El poco inteligente diseño de la zona de las pérgolas, sin tierra al pie que hiciera posible poder plantar alguna parra o glicinia que la cubriera, había dejado desnudas las vigas de la construcción.

Éstas habían sido aprovechadas por los más atléticos del lugar para recolgarse de ellas y hacer gimnasia, con las consiguientes roturas, mientras que otras peligraban. En vez de plantas sostenían gimnastas.

Al final, el Ayuntamiento ha tomado la decisión de desmontar estas vigas desnudas. La duda es si tomará nota y empezará a cubrir de plantas tanta pérgola que ha instalado por Málaga sin nada que soportar (insoportables).