Asegura el profesor José Antonio Marina que la edad de oro del cerebro es el periodo que va de los 0 a los 3 años, cuando se dice eso tan conocido de que los niños son «una esponja porque absorben todo».

Lo que también señala y no todos lo sabíamos es que hay una segunda 'edad de oro', la que va de los 13 a los 18 años, un periodo en el que, de repente, el menor pasa de 'ir en carricoche a conducir un Ferrari'.

Este brusco cambio de 'medio de transporte', destaca el prestigioso intelectual, explicaría a su vez el comportamiento adolescente, en ocasiones bastante desquiciado.

A nivel local, análisis tan descriptivo permitiría averiguar en qué época de la vida se empezaron a forjar majarones malagueños de fama hoy acrisolada, desperdigados por todas las ramas del saber y los puestos laborales más diversos, sin olvidar que la jubilación, en muchas ocasiones no extingue este aspecto señero de la personalidad malaguita.

El 'desnortamiento' a los mandos del Ferrari también nos permitiría mirar con otros ojos a todos esos colegiales botelloneros y universitarios juerguistas que estos días unen todos sus esfuerzos por colocar a España a la cabeza de la pandemia.

Visto el panorama, probablemente el reajuste neuronal se prolongue más allá de esa 'segunda edad de oro' del cerebro, hasta llegar a esa época de la vida en la que algunos, asegura el dicho popular, 'sientan la cabeza'.

Desde la perspectiva autóctona, una evolución como esta -desde un adolescente imprevisible e incluso majara en potencia hasta una persona centrada- podemos verla en las pintadas de varios cierres metálicos de la calle Nuzas, junto al parque de la Laguna de la Barrera.

Las pintadas fueron realizadas entre 2009 y 2013, según evidencian las fotos del Google Maps y ahí siguen, siete años después. Parecen echas por la misma mano o al menos, por personas con una caligrafía muy similar, algo infantil e incluso uno se atrevería a aventurar que por una o varias manos femeninas.

Lo curioso es que, en dos de los tres cierres se plasman las pintadas clásicas, que casi siempre consisten en los nombres de uno o varios miembros de algún cerrado grupo de amigos. Así que por ahí campean los nombres de Fran, Ferná (o quizás Ferwá), Cabeza Monda y hasta un nombre tachado al lado de un «tq», rectificada declaración de amor.

Nada de esto se sale de lo corriente. Lo llamativo es el cierre metálico que sigue a continuación, en el que una persona, con parecida letra, ha escrito: «Carpe Diem...La Colonia....». Esta sí que es una rotunda declaración de amor a la Colonia de Santa Inés, con evidentes resonancias latinas que nos aconseja aprovechar el día a día en el barrio y disfrutarlo.

Como ven, la evolución que se aprecia es clara. Su autor o autora comienza a dominar el 'Ferrari' a la perfección y deja atrás los derrapes.