Hace pocos días se talaba una altiva palmera datilera, con las hechuras casi de una palmera washingtonia. No mucho antes, el viento había hecho estragos en una palmera hermana, que se había tronchado y caído a la carretera. El peligro de que se repitiera la escena, con la palmera segunda ya muy inclinada, motivó la tala de esta segunda palmera, confirma la concejala de Medio Ambiente, Gemma del Corral.

Los dos árboles eran casi centenarios y se encontraban en una de las pocas casas protegidas de Pedregalejo -o para ser más exactos del Valle de los Galanes- en la esquina de la avenida Juan Sebastián Elcano con Amador de los Ríos.

En estos últimos años los chalés de esta zona de Málaga están cayendo como moscas para dejar paso a bloques de viviendas blancos, así que quién sabe si en poco tiempo no tendrá el mismo aspecto que El Limonar, con sólo unos pocos chalés supervivientes de la sobreexplotación urbanística.

Las palmeras habían sido plantadas hacia 1922 por el ingeniero cubano de padres españoles Ildefonso Sell Marín, coincidiendo con su regreso a España con su mujer, María, y sus dos hijas pequeñas, Mª Teresa y Mª Victoria, pues aunque nació en La Habana y desarrolló en Cuba su carrera profesional, estudió en el Colegio del Palo.

Quizás porque le recordaba a su tierra natal, plantó estas dos palmeras e hizo lo mismo -poner una pareja de palmeras datileras- a la entrada de la finca La Hacilla que entre Álora y Pizarra tenía su primo y cuñado, el notario Juan Marín Sells (con el apellido materno britanizado) .

Y para que la tierra cubana estuviera más presente todavía, a su casa Málaga, de finales del XIX, la llamó Villa Mariel, en recuerdo del pueblo del Mariel, próximo a La Habana donde tenía una casita.

El ingeniero escogió este rincón del Valle de los Galanes porque estaba muy próximo a la casa de su hermana Fanny y su cuñado Manuel Pavía, marqués de Novaliches, que fue presidente del Real Club Mediterráneo.

Las hijas de este ingeniero cubano acudían a jugar en esos años 20 con el hijo único de Anita Delgado, la malagueña que llegó a ser maharajaní de Kapurtala y que vivía en una casa próxima, todavía en pie, en la entonces calle Málaga (hoy Juan Sebastián Elcano), esquina con la calle Octavio Picón.

Ildefonso Sell murió de neumonía en 1932 con sólo 47 años. Durante la Guerra Civil la viuda colocó una bandera cubana para tratar de proteger Villa Mariel.

Tras estas casi centenarias palmeras taladas laten vidas pasadas y la añoranza de Cuba.