Lunes. El deporte es como el tabaco. Me gusta pero me sienta mal. Sin embargo, hoy siento una rara elasticidad, un desacostumbrado brío, unas idiotas ganas de saltar y sudar. Desentumecido me hallo. Será porque hace mucho que no fumo o por haber hecho ejercicio esta mañana temprano. Aún así, aún andaré hoy 11.000 pasos. Y no por ello tendré idea de dónde me dirijo. No consigo terminar el librito de Don DeLillo. Pongo los pies en alto y me enchufo 'Cuando llegue septiembre', del año 1961. Con Rock Hudson y Gina Lollobrigida. Paisajes italianos, diálogos deliciosos, guapos los protagonistas, reventones incluso. Humor blanco. Alegría del buen cine. Cine de siempre, que no añejo. Viendo a Hudson en su esplendor piensa uno, otra vez, en lo efímero que es todo. Todo. No acierto a expresarlo bien pero ya lo he experimentado.

Martes. Ponemos el árbol. Es un árbol artificial, enano y comprado en un chino. La misma ilusión da. No contribuimos al holocausto arbóreo, pinos en la basura el día siete de enero y en ese plan. Mi hijo se afana en colocar las bolas y los adornos. Le hago una foto. Ríe. El lunes pensaba que todo es (demasiado) efímero. Hoy opino que el tiempo es circular: le hablo, le hago bromas, colaboro en el embellecimiento del 'abeto' y me parece estar oyendo a mi padre dirigiéndose a mí.

Miércoles. Como siempre que se anula una comida, fantaseo con cómo habría ido. Me imagino diciendo esto y lo otro y pidiendo el vino y rechazando el postre y argumentando o escuchando. Yo creo que el almuerzo se ha aplazado por culpa de uno de los que iba a asistir, que ha chafado la cita por estar a régimen; así anda, algo tristón y con las camisas de cuando estaba delgado. Me levanto un poco ahíto de esa no comida y hasta me siento tan lleno que no meriendo ni ceno. Ligeros ardores. No me tomo un poco de bicarbonato y luego no me tomo un analgésico. Telefoneo a otro de los no comensales del almuerzo no celebrado y me dice que le ha sentado mal el no chuletón que iba a pedirse y que se ha tenido que meter en la cama a no dormir y a no beber mucha agua del mal jamón que no nos han dado de entrante. Reviso la cartera, no vaya a ser que el no haber pagado me haya hecho crecer algún billete en la cartera.

Jueves. Charlo con Gonzalo Fuentes, que es veterano sindicalista, responsable de Turismo a nivel nacional en Comisiones Obreras. Me regala un libro 'Fuentes en el turismo', que recopila artículos de él, de Rafa Fuentes y de Rafael de la Fuente. Tres fuentes, tres. Gonzalo, el ardor en la defensa del proletario y la clase media; Rafa, exconcejal socialista, economista, experto en el sector. Me hubiera gustado para él (y para mí) Paradores o Turespaña. Y Rafael de la Fuente, articulista en este diario, políglota, director que fue de numerosos hoteles en todo el mundo. Un caballero. Tres fuentes manando experiencia. Montamos una consultoría los cuatro y nos forramos. ¿Que yo qué aporto? La idea.

Viernes. En la radio del coche oigo: «La soledad es una forma de pobreza». Me quedo mascando la frase. No estoy muy seguro. O tal vez sí. Tal aforismo me desconcierta por completo y no logro completar con éxito la gestión del día: paliar el déficit de calcetines. Tengo que aprender a no mezclar.