Un pequeño y oculto vergel en mitad de La Trinidad

En la calle Mindanao, un garaje privado ofrece, además de plazas de aparcamiento, ramalazos de verdor gracias a su exuberante vegetación

En la foto, tomada antes de las lluvias, al fondo de la calle Mindanao en la Trinidad un garaje privado lleno de plantas frondosas y detrás, el perfil de la torre de la iglesia de San Pablo.

En la foto, tomada antes de las lluvias, al fondo de la calle Mindanao en la Trinidad un garaje privado lleno de plantas frondosas y detrás, el perfil de la torre de la iglesia de San Pablo. / A. V.

Alfonso Vázquez

Alfonso Vázquez

El año pasado, en la sección Mirando Atrás, este periódico repasó las aventuras del explorador malagueño Ruy López de Villalobos, a raíz de los nuevos datos aportados por el doctor en Historia de la UMA, David Cuevas Góngora, que constató que el padre del conquistador fue el leonés Juan de Villalobos, uno de los primeros repobladores de la Málaga recién tomada a los musulmanes.

Juan de Villalobos recibió en 1489, dos años después de la conquista de Málaga por los Reyes Católicos un par de casas en el Centro y otra en el arrabal que había tras la Puerta de Granada y esto explica que su hijo naciera en nuestra ciudad entre 1505 y 1509.

Por cierto, que el historiador aclaraba que en esa época era muy normal cambiarse los apellidos y ponerse los de antepasados más ilustres, lo que explicaría que nuestro protagonista se llamara Ruy López de Villalobos y no Ruy de Villalobos.

El caso es que nuestro paisano fue el responsable de que las llamadas Islas de Poniente pasaran a llamarse Islas Filipinas, en honor del monarca de entonces, Felipe II.

Y ahora tenemos que echar un vistazo a La Trinidad porque la razón de que este histórico barrio de Málaga cuente con una calle Mindanao se debe a que fue la primera isla filipina a la que nuestro explorador arribó. Ocurrió en febrero de 1543 y López de Villalobos, en recuerdo de su ciudad natal, bautizó una de las bahías de Mindanao como Bahía de Málaga, un nombre tristemente desaparecido, aunque sobreviva en mapas centenarios.

Lo bonito y curioso de toda esta historia es que todo el verdor y hermosura de la isla de Mindanao puede atisbarse, simbólicamente, en esta calle sin salida junto a la avenida de Barcelona, que recuerda con su nombre a la primera tierra pisada por el malagueño.

Porque al final de esta vía hay un garaje privado que cuenta con unas exuberantes plantas trepadoras de gran tamaño, en concreto con unas bignonias, en floración este mes de enero, que reparten sus llamativas floraciones de un naranja intenso y se desparraman por el muro exterior.

También hay una enredadera, mucho más grande todavía, colonizando el enorme muro de la izquierda: probablemente una climátide. Y justo detrás, una palmera de luengas barbas con el aspecto de Matusalén.

Y de fondo de todo este verdor, perfilado en el azul del cielo (cuando escampa, claro), la torre de la iglesia de San Pablo, lo que da a todo este conjunto unos aires exóticos y de Ultramar, muy adecuados para una calle con este nombre.