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Mirando atrás

Familia Benítez: el rescate del pasado

La malagueña Sari Huelin Benítez ha recuperado las historias familiares de su rama materna en el libro ‘La memoria no es tan frágil’ (Ediciones del Genal), con la huella de la Guerra de Cuba, la Guerra Civil y la vida en El Limonar, La Caleta y Bellavista

Familia Benítez: el rescate del pasadoA.V.

«La familia Huelin está muy documentada en Málaga, sin embargo de la familia Benítez Martos nadie sabe nada y si no se recogen sus avatares, se perderían», argumenta Sari Huelin Benítez (Málaga, 1953).

Quien fuera la directora de la Fundación Abertis, ya jubilada, a caballo entre Barcelona, donde vive, y su Málaga natal, ha sacado adelante la historia de su rama materna, los Benítez Martos, en la obra ‘La memoria no es tan frágil. Origen de una familia en la Málaga del siglo XIX’ que acaba de editar Ediciones del Genal y que se presentó el mes pasado en la Cámara de Comercio.

Se trata de una «biografía coral», subraya la autora, en la que se relata la vida de cuatro generaciones y su tiempo, aderezada con un caudal de fotografías, seleccionadas entre unas 800. «Todo lo que sale en el libro es verdad, lo he comprobado», resalta, a la vez que comenta que parte de estas historias las ha podido recabar gracias a su tía segunda María Isabel Heredia Martos, «que tiene 95 años y una cabeza privilegiada».

Como curiosidad, el mismo apellido Benítez es fruto de la moral decimonónica, pues su bisabuelo Cristóbal Pérez, natural de Almogía, maestro de obras de muchas mansiones de La Caleta y El Limonar -entre ellas Villa Suecia, que levantó para una hija- fue abandonado por su esposa y se unió a una antigua novia, a su vez abandonada por el marido; de esa unión, en 1877 nacería en Málaga su abuelo Cristóbal, al que apellidaron Benítez como supuesto hijo de un pariente, para guardar las formas. 

El doctor Francisco Martos, bisabuelo de la autora.

Otro bisabuelo, Francisco Martos, nacido en Colmenar, fue un prestigioso médico, director del Hospital de Santo Tomás, famoso por su ojo clínico, como cuando atendió a una joven de buena familia de un aparente apendicitis y tras examinarla sentenció: «Apendicitis, pero con muchos huesos dentro».

Además, fue el propietario de las fincas Quintana de Ciudad Jardín y Las Contadoras, en los Montes de Málaga. En la capital vivió, a partir de 1907, en el palacete de Hoyo de Esparteros, demolido en 2019.

El prisionero de guerra

Volviendo a Cristóbal Benítez -el abuelo de Sari Huelin Benítez- tuvo una vida más que aventurera pues estudió para marino en El Ferrol, dio la vuelta al mundo en un buque escuela, participó en la Guerra de Cuba y fue hecho prisionero; de hecho, fue trasladado a Baltimore. «A todos los trataron y pasearon como héroes», explica su nieta. Lo cierto es que, paradójicamente, la estancia de Cristóbal Benítez en Baltimore y luego en Nueva York fue la mejor de su vida. «Estableció unos contactos que luego le sirvieron para la industria del automóvil», explica la autora.

De hecho, su abuelo, con tienda en calle Larios, tuvo la concesión del Hispano-Suiza, Chrysler y Ford para Málaga, entre otras marcas, en esos inicios del automóvil, además de aprovechar y formarse como ingeniero industrial en Bélgica. «Llegó a tener hasta cien coches a su nombre porque los matriculaba y luego los vendía; era su manera de funcionar», detalla Sari Huelin.

Cristóbal Benítez, con sus cuatro hijos hacia 1925, entre ellos Yiyi Benítez, de pie con vestido claro, la madre de Sari Huelin Benítez.

Fue por cierto en el Teatro Cervantes donde, de flamante uniforme, Cristóbal Benítez conoció a su futura mujer, María Martos, la hija del médico Francisco Martos y surgió el flechazo. La pareja contrajo matrimonio en 1904. Fueron padres de cuatro hijos, entre ellos Georgina (Yiyi) Benítez Martos, la madre de la escritora. Años más tarde, junto con una de sus hermanas, Yiyi estudiaría en Inglaterra. La familia vivió a partir de 1919 en Villa Pilar, en La Caleta (zona del Paseo de Sancha).

En la portada del libro aparecen los cuatro hijos hacia 1920, con su institutriz francesa y algunos familiares, una tarde de tiro al plato en la quinta de la calle Cristo de la Epidemia, 30, construida por el abuelo de los niños, Cristóbal Pérez. La casa tenía un enorme jardín y allí mismo practicaban el tiro al plato además del tiro de pichón, cuenta Sari Huelin.

En la obra también aparece el conocido beato jesuita Tiburcio Arnáiz, pues la abuela de la autora, María Martos, fue una estrecha colaboradora del sacerdote, una de las misioneras de sus doctrinas rurales.

Fotografía familiar de Jorge Huelin y Yiyi Benítez con sus hijos, en 1953, recién nacida la autora del libro.

La siguiente generación, la de sus padres, se conoció cuando la madre de Sari Huelin vivía con su familia en Villa Linda, en Bellavista, diseñada por Guerrero Strachan, que terminaría siendo su hogar de casada pues en 1933 Yiyi Benítez Martos, con los años, una brillante decoradora en la naciente Costa del Sol, contrajo matrimonio con Jorge Huelin García de Toledo en el Hospital de Santo Tomás. Tuvieron nueve hijos -vivieron ocho- y Sari fue la más pequeña de los hermanos.

La huella de la Guerra Civil también se recoge en la obra y así, para salvar la vida su padre se escondió en el foso que se usaba para arreglar los coches de su suegro. Una noche, aprovechando que Villa Linda daba a la playa, junto con un cuñado y una amiga de este se lanzaron al mar y empezaron a nadar hasta alcanzar un carguero inglés, para así escapar de un fusilamiento casi seguro, por su apellido Huelin.

Félix Revello de Toro

En 1953 nace la escritora y en algunas de las fotos de niña aparece acompañada por un miembro muy especial de la familia, el pintor Felix Revello de Toro, casado con Ángeles (Chini), prima hermana de Sari.

El pintor Félix Revello de Toro junto a Sari Huelin, que sostiene en sus brazos a Carmen, la hija del artista, en la Navidad de 1957.

En ‘La memoria no es tan frágil’, que cubre hasta 1970, cuando con 17 año Sari deja su Málaga natal, también está muy presente la vida en El Limonar, La Caleta y Bellavista, que tenía como santo y seña un gran contacto entre vecinos, «hasta que en 1962 apareció la tele y la vida se acabó, todo el mundo en su casa delante de la caja tonta y ya se dejó de hablar», ironiza. De esos tiempos realiza un repaso de los personajes populares, proveedores del barrio y de las andanzas de niña por el arroyo del Café y la finca Clavero, mientras estudiaba en el Colegio de La Asunción.

Retazos de una saga familiar que tendrán una próxima segunda parte, con la marcha de Sari Huelin Benítez a Barcelona.

Sari Huelin Benítez -primera-, con unas amigas en Sevilla en los años 60.

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