Memorias de Málaga

De los cantúos y las cantúas

La palabra malagueña ‘cantúo’ tiene muchas aplicaciones en hechos, situaciones y lugares. Juan Cepas la define como «estupendo» y también se aplica a hombres y mujeres. Los primeros ahora también quieren estar ‘cantúos’

Gimnasio en las antiguas cocheras del Palo, en una foto de archivo.

Gimnasio en las antiguas cocheras del Palo, en una foto de archivo. / L. O.

Guillermo Jiménez Smerdou

Guillermo Jiménez Smerdou

Hay que tener mucho cuidado con en el uso de la palabra cantúo o, en femenino, cantúa, porque cada una tiene diferentes definiciones.

En la versión masculina no hay problemas, porque en el diccionario de la RAE, salvo que haya modificado algo ya que en estos tiempos se admite, por ejemplo, escribir murciégalo (que antes era incorrecto) cuando lo correcto es murciélago.

Cuando en un concurso de televisión se pregunta cuál de las dos es la correcta o ambas correctas, el autor de estas líneas, mentalmente, decide abstenerse porque eso de las albóndigas y almóndigas no me va, como tampoco me gusta que los jienenses de toda la vida sean también giennenses, aunque también se admitía y se admite, jaenés.

Pero hoy, lo que me interesan son los cantúos y las cantúas. Los cantúos, en masculino; en Málaga, Juan Cepas, en su vocabulario malagueño, no se anda por las ramas: «Cantúo: Estupendo». Se aplica a algo bueno, como, por ejemplo, las estupendas vistas de un mirador o de una terraza de una decimoctava planta, a unos boquerones estupendos…, a un futbolista (está cantúo)… y a otras muchas actividades o hechos: ésta televisión se ve estupenda, la temporada de ópera ha sido estupenda…

Por tanto, la palabra cantúo, en malagueño, tiene muchas aplicaciones en hechos, situaciones, lugares… Ha quedado cantúo, para finalizar.

Un vallisoletano de machamartillo (todo lo bueno venía y está en Castilla) que vino a Málaga de joven porque su padre montó en el centro de la ciudad una cafetería que llevaba el nombre de su tierra, al fallecer su progenitor optó por quedarse en Málaga en la que permaneció hasta los restos; murió a avanzada edad en Málaga.

A la hora de dar nombre a la bebida preferida que tomaba cuando jugaba al dominó, a la canasta y al mus en el Real Club Mediterráneo, escogió la palabra cantúo, y no Pisuerga, que es más vallisoletano.

En lugar de ron cola o roncola, todo junto que también vale, y que antes se conocía por cubata, a los camareros del club les pedía un cantúo.

El personal aprendió rápidamente, nada más verlo entrar y requerir sus servicios, así que directamente le servían un cantúo, un roncola en una copa balón, de las que tradicionalmente se utilizaban y se utilizan para saborear un buen brandi.

Aunque no tiene que ver con los cantúos, otro señor, pero éste malagueño de pura cepa, cuya bebida preferida era el güisqui, pedía siempre lo mismo, «un niño crecido».

La extraña bebida era simplemente un güisqui de la marca DYC de 8 años, o sea, que era un niño crecido.

Intervención en una clínica de medicina estética de la capital.

Intervención en una clínica de medicina estética de la capital. / Arciniega

Vamos con las cantúas

Hay que tener mucho cuidado con el uso de la versión femenina de cantúo, porque en Cuba es un dulce seco hecho de coco, batata o boniato, ajonjolí y azúcar moreno; sin embargo, el diccionario de la RAE no incluye otro significado de cantúa.

En Málaga, Juan Cepas es contundente en la interpretación de la palabra, con una frase de cuatro palabras: «Esa gachí está cantúa». Y gachí, y sigo con Cepas, «mujer joven, generalmente guapa».

Con el feminismo que se impone, aunque todavía hay machos que se resisten al movimiento que las izquierdas apoyan, el uso de determinados piropos o enamoramientos, que es una forma más discreta de decir lo mismo, el sexo masculino debe ser muy cauto en sus expresiones para no molestar u ofender a las, digamos, ultras. Algunas mujeres agradecen un requiebro y a otras no les gusta, sobre todo cuando se superan los límites de la elegancia, delicadeza y respeto.

En tiempos ha, la mujer era tratada como un ser inferior; no hay que olvidar que en tiempos remotos se decía que las mujeres no tenían alma, o sea, que eran animales.

Se han tardado, no años, sino siglos, en aceptar sin pero alguno que los hombres y las mujeres son iguales, que no hay diferencia alguna entre la inteligencia, capacidad y actitud de un sexo y el otro. Hoy, para acallar a los que todavía se creen superiores, en las universidades hay más mujeres que hombres y en algunas disciplinas manda la mujer.

Hace unos meses estuve como espectador en el acto de graduación de la última promoción de la Facultad de Medicina de la Universidad de Málaga. De los 127 nuevos médicos formados en la UMA, más de la mitad, con propina, eran mujeres. Y quien dice médicos, en otras disciplinas hay más mujeres que hombres. Así de claro.

Academia de peluquería en Málaga.

Academia de peluquería en Málaga. / Arciniega

Y vuelven los cantúos

Ahora los que quieren estar cantúos son los hombres. En los gimnasios, clínicas para retocar partes del cuerpo y sobre todo en las peluquerías de caballeros, los jóvenes se hacen pelados y peinados que ya no encajan en lo tradicional. Los peluqueros se transforman en estilistas, que es como se hacen llamar los especialistas en la creación de los peinados, pelados y otros detalles que resaltan la personalidad de la persona que se pone en sus manos.

Según un artículo publicado en éste mismo periódico, a partir de los 14 años los chavales tienen dos altares: las peluquerías y los gimnasios. Eso del pelado normal ha pasado a la historia; ahora cada uno opta por una de las varias modalidades de arreglarse el cabello. Antes, a esa edad, iban a la peluquería por decisión de las madres: «Niño, vete a pelarte ya». Ahora frecuentan cada diez o doce días, menor tiempo de las mujeres.

Y lo de los gimnasios es natural. Para mejorar su aspecto físico hacen pesas, gimnasia sueca y las que cada centro crea para desarrollar los músculos, torso, piernas, brazos…

Lo que ya es menos normal, pero que se está extendiendo como una mancha de aceite, es acudir a las clínicas de estética para depilarse el torso o el cuerpo entero, y en casos más que justificados para corregir lo que se conoce por ‘orejas de soplillo’ y otros defectos o defectillos en el cuerpo que antes ni se planteaban una intervención quirúrgica. Si las chicas en la adolescencia frecuentan las clínicas privadas para mejorar su estética ¿por qué no puedo hacerlo yo? Todos somos iguales, ¿no? Pues hala, que cada uno haga lo que quiera, y si me rapo parte del cabello y la otra la tiño color trigo o azul ¿qué?

Esta corriente tiene una palabra clara: masculinidad. La feminidad y la masculinidad se dan la mano.

Para acabar todo de la manera más equilibrada me gustaría que en un bar estupendo (cantúo), una pareja formada por un cantúo y una cantúa se sentasen y pidiesen un cantúo.

Nota: Ojo, no hay que confundir cantúo con cotúo; cotúo es, entre otras acepciones en malagueño, agarrao, encogío … que no se gasta dos euros en comprar La Opinión para leer lo que pasa cada día en Málaga, por ejemplo y que se refugia en el bar de siempre para leerlo gratis.

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