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José Morante, octogenario bañista de invierno, en un chapuzón en enero de 2004 en Málaga.CARLOS CRIADO

Crónicas de la ciudad

Del ‘veroño invernal’ y la excepcionalidad malaguita

Si Málaga y su Costa del Sol dejan de ser una excepción climática habrá que seguir trabajando a fondo otros aspectos para desmarcarse del ‘común de las ciudades’

Una popular serie británica se reía de su legendario tiempo de perros representando el (fugaz) verano escocés mediante una pareja junto a un castillo, tumbada en sendas hamacas y en traje de baño, mientras recibía encima un aguacero de órdago.

La estampa contrastaba con uno de los más tempraneros y sagaces eslóganes publicitarios de Málaga: «Descanse donde no descansa el sol», cuando la Costa del Sol daba sus primeros pasos y había que presumir de las muchas horas de convivencia con el Lorenzo.

¿Seguirá siendo este «imperio de la luz» del que hablaba Ortega y Gasset el santo y seña más famoso y sobre todo exclusivo de nuestra tierra? El ‘veroño invernal’ del que estamos disfrutando en buena parte de Europa, casi siempre con temperaturas más altas de lo normal y de las que hasta la fecha no había registros, transmiten cierta inquietud, por si la persistencia de estos calores va a acabar con la ‘excepcionalidad malaguita’.

Sin ir más lejos, el autor de estas líneas solía presumir entre sus amistades ‘allende Antequera’ de no dejar de bañarse en la playa hasta bien entrado el mes de noviembre como lo más normal del mundo y sin sufrir, en ningún momento, síntomas de congelación.

Y qué decir del meritorio colectivo puesto en marcha por el trinitario Pepe Bravo en La Malagueta, el de la Peña de Bañistas, capaz de publicitar las bondades de nuestro clima en pleno invierno. Recogió el testigo poco después José Morante, fundador en 1982 del Grupo de Amigos Bañistas de Invierno, quien con 85 años se pegó un chapuzón en el invierno de 2004, para que fuera inmortalizado por la cámara de La Opinión de Málaga. Como entonces aseguraba, en invierno no faltaba a su cita con las olas «lloviendo, venteando o como fuera».

Sin embargo, las gestas invernales de estos valerosos propagandistas del clima de Málaga contrastan con los chapuzones que estos días se han dado personas de todo pelaje en el País Vasco, cuando se han alcanzado temperaturas de las que antes sólo disfrutábamos en estas tierras... y en otoño.

A estas alturas del cuento, sólo ultramontanos irredentos como Donald Trump sostienen que el cambio climático sea una patraña. Las evidencias son tan clamorosas que sólo hay que salir a la calle y recordar si, a estas alturas del calendario, hemos tenido jamás un tiempo así.

¿Dejarán Málaga y su Costa del Sol de ser una envidiable ‘excepción climática’ buena parte del año? Por si las moscas, trabajemos para seguir ofreciendo un servicio igual de excepcional.

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